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186 ALEJANDRO DE VILLALMONTE tinta. Ni el sacramento de la Escritura, ni el sacramento del Verbo encarnado, ni del sacramento de la Iglesia, ni de los ‘siete’ sacra­ mentos que ahora tenemos hubieran sido necesarios de no haber ocurrido el infortunio del PO. En realidad lo que estaría vigente sería un sacramentalismo universal de más alta nobleza. Similar al que llegaron a obtener santos cristianos como Francisco de Asís o Juan de la Cruz. Los primeros biógrafos sanfranciscanos atribuían el hecho a que, al menos su biografiado, había sido restituido a la santidad paradi­ síaca en su relación con el mundo inferior. Ai perderse por el PO la inmediatez con Dios, el mundo sensible quedó también afecta­ do por la mancha que contrajo el hombre, se tornó oscuro para el hombre caído. «A causa de esto todo el orbe terráqueo pelea contra los insensatos», Sab 5, 21. Sacramentología ésta que tuvo amplia vigencia en la Edad Media 106. Todos los mencionados «sacramentos» suponen a la humanidad en la situación del famoso «hombre caído» = homo lapsus, tan mal­ tratado por la antropología cristiana. Nominalmente los siete sacra- 106 San Buenaventura, destacado agustiniano medieval, en su pequeña Summa de teología «Breviloquium», llega al estudio de los sacramentos bajo este título De medi­ cina sacramentorum: sobre la medicina de los sacramentos, Brev. P., VI; Opera, V, 265. Lo mismo había hecho en el lugar correspondiente de su Sentenciario. Esta visión hamartiológica de la gracia sacramental era lógica dentro de su lectura infralapsaria de la actual historia de salvación. Lectura que es inevitable en quien mantenga la tesis tra­ dicional sobre el PO. En san Buenaventura esta sacramentología, sombreada por la cre­ encia en el PO, era compensada por la universal sacramentalidad que atribuye al ente­ ro mundo sensible en el estado paradisíaco. Allí todos los seres eran transparentes para ver en ellos y por ellos las grandeza del Creador. El cristiano, en la medida en que lle­ gue a superar las consecuencias del PO, como Francisco de Asís, recupera el sentido sacramental originario, universal de la creación. Ver sobre este tema A. de Villalmonte, La teología de Adán en San Buenaventura, cit. en nota 44. También santo Tomás menciona esta motivación hamartiológica, aunque en segundo lugar, III, q. 61, a. 1. Y D uns E scoto , Oxon 3, d. 1, q. 3, ed. Vives XVI, 122. Era idea común en la época: el hombre caído recibe la gracia por medio de cosas sensibles, inferiores a él, como humillación y castigo por el PO. Que habría provoca­ do en el espíritu humano una inmersión y enraizamiento en la materia más honda y penosa de lo que sería ‘normal’ en él, de no haber ocurrido el PO. Al hablar así, aun­ que creían seguir una tradición bíblica y cristiana, en realidad trabajaban con los pre­ supuestos de una antropología idealista de origen mitológico, platónico y estoico.

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