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24 ALEJANDRO DE VILLALMONTE quien identifique el PO con la concupiscencia. Sea en forma dura y expresa, como los protestantes, sea en forma implícita, como los jansenistas. — Una vez más, a lo largo de su milenaria historia, el PO cambia el rostro de su ‘misteriosa’ y hasta camaleónica figura. Me parece que se quiere dar paso a «otro PO», desconocido por la tradición c a t ó lic a , acercándose a la doctrina protestante sobre el PO, como «natura corrupta». Corrupción más densa y vivaz en el adulto que en el niño, como es obvio. Los modernos teó lo­ gos protestantes hablan del «Wesensünde»: pecado esencial; o del «Ursünde»: pecado radical, que cobra su pleno vigor en el adulto. En el recién nacido apenas tendría sentido hablar de PO como de una forma específica de pecado, porque los teólogos protes­ tantes ven la entera existencia humana como un ‘ ex istir-en -p e - c a d o ’. Por tanto, tiene poco interés el distinguir entre peca­ do grave/leve; mortal/venial; personal/original; actual/habitual, como hacen los moralistas católicos. Para la antropología protes­ tante ningún ser humano es ‘inocente’ en el sentido teológico de la palabra. Finalmente, hablando del PO pienso que hay que decir, siguien­ do la tradición, que los niños son el caso paradigm ático, prototípico d el PO. En riguroso decir teológico son el caso exclusivo. Ningún adulto tiene PO, aunque sean ellos los que sufren las peores conse­ cuencias del mismo. Cuando proponemos que todo hombre entra en la existencia en Gracia y amistad de Dios nos alejamos de todo PO, en niños y adultos. Terminadas de leer las anteriores páginas no debe quedar la impresión de que la gran teología cristiana occidental y sus más excelsos teólogos, al discutir sobre el PO, habrían discutido una cuestión infantil, vale decir marginal, secundaria, periférica dentro del Cristianismo. Menos aún se debería hablar de una cuestión bizantina. Desde luego, para ellos no lo fue. Le dieron relevancia de primer grado por motivos que se verán aflorar a lo largo de la exposición. Ya ahora los adelantamos en esquema, para completar el presente capítulo y preparar el siguiente. Ejemplo paradigmático san Agustín, reconocido universalmente como el teólogo del PO, incluso como su «inventor».

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