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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 183 consecuencias y castigos que se le imponen. Julián opina que no hay ‘teodicea’ aceptable cuando se propone a costa de la indispen­ s a b le «antropodicea»: defensa de la dignidad del hombre. Y según el texto citado de Julián, la defensa de la dignidad del Creador pasa por la defensa de la dignidad de su imagen visible, el hombre. Texto paralelo, en su contenido básico, con el conocido dicho de Ireneo: la g loria d e Dios consiste en glorificar a l hombre. Por otra parte, la historia demuestra, hasta nuestros días,y nos confirma que, bajo el pretexto de una defensa unilateral, sesgada y, en casos, fanática de los derechos de Dios, se han calculado en forma dolorosa y fre­ cuente, los derechos de los hijos de Dios que viven en el mundo. 4. LA TEOLOGÍA DE LA GRACIA: CARITOLOGÍA TEOLÓGICA Volveremos sobre esta idea. Pero ya ahora indicamos que lo que está en juego en esta divergente visión del hombre se debe a este doble factor: a ) la recepción en Occidente de la doctrina de los Padres griegos sobre la nueva creación, la nueva criatura, el nuevo ser en Cristo otorgado por la Gracia. La función medicinal, curativa, liberadora no se niega, pero pasa a segundo plano y viene reasu­ mida y sobreelevada por la acción positiva, deificadora. La donación de la vida implica la eliminación de la muerte, b ) En el Occidente católico, según dijimos, la teología del Sobrenatural ha mostrado que la necesidad radical de la gracia no estriba en el hecho del pecado, original o personal, sino en la incapacidad absoluta del hombre fini­ to para participar en la vida del Infinito. Incluso aunque no tuviera pecado ninguno. Por otra parte, la teoría del PO carece hoy día de vigor para influir en la caritología. Muchos niegan tal doctrina. Otros la ofrecen en «reformulaciones» tan profundas, que san Agustín e incluso un teólogo de Trento escasamente se identificarían con tales advenedizas reformulaciones. En varias ocasiones hemos aludido a la dimensión hamartioló- gica del hecho global del agraciamiento y justificación del hombre viador. Pero el pecado que nunca debe perder de vista el teólogo de la Gracia, no es el —para nosotros— «presunto» pecado original, sino el pecado personal que mana cada día de la frágil libertad de cada hombre viador. Otros aspectos de las relaciones de la doctrina

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