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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 181 creyentes estos dos sabios teólogos y dignos obispos el uno deduce la existencia del PO en el recién nacido y el otro se horrorizaba ante semejante conclusión 102. San Agustín, basado en su convicción creyente del hombre como imagen de Dios, sustentado a tergo por sus convicciones de filósofo, argumentaba de esta manera: vemos que todo hombre está sujeto a una «inmensa miseria» desde el vientre de su madre. Pero, esta «miseria» es más hiriente e inexplicable para nuestra sensibilidad normal, si la contemplamos en los niños, «inocentes» a nuestros ojos. Es indudable que también ellos han sido creados a imagen y seme­ janza de Dios. Pero ¿cómo es posible que esta noble imagen de Dios pueda sufrir tanta miseria, si no fuese culpable de algún delito? Y ¿qué otro delito puede tener el recién nacido sino el viejo deli­ to que contrae por ser hijo de Adán? Luego todo hombre nace en PO. Ya conocemos la frase agustiniana tajante y cargada de retó­ rica: son castigados, luego son reos. Pero también es clara la incon­ sistencia y apriorismos en que se mueve esta argumentación del doc­ tor de Hipona. Ella viene sostenida «a tergo» por el llamado mito de la pena, tan vigoroso en las sociedades y culturas primitivas, aplica­ do incluso a la administración de justicia por parte de la divinidad. No hay sufrimiento sin previo pecado. ¿Quién pecó, éste o sus padres?, pensaban todavía en tiempo de Jesús, Jn 9, 2. Unido al ante­ rior prejuicio opera el mito del Adán paradisíaco historificado y hasta ontologizado por Agustín, sin el menor intento de análisis crítico. Criticismo que sería anacrónico pedir a un hombre del siglo v 103. 102 Para no demorarme en citas sobre esta controversia, me remito a los estu­ dios que sobre el tema cito en nota 22. Especialmente al estudio sobre * Miseria- humana y PO en Agustín. 103 Sin embargo, Julián de Eclana tenía sobre Agustín la ventaja de no haber idealizado ni ontologizado la figura de Adán. Cierto, también para Julián, Adán es un personaje histórico, como podría serlo el rey David. Pero no magnifica al Adán gene- síaco. Para Julián, Adán es «un pobre hombre», más digno de compasión que de cas­ tigo por el pecado que cometió. Y menos del enorme castigo que sobre él y sobre toda la humanidad le impone Agustín. Tampoco idealiza la situación paradisíaca. Agustín le reprocha más de una vez de privar al pueblo cristiano de un ensoñado ‘paraíso original’. En nuestra mentalidad y cultura evolucionista el ‘pobre hombre’ que Julián veía en Adán se nos transforma en un rudimentario «homo sapiens» que arrastra, con torpeza, comportamientos similares a los animales, de los cuales acaba de emerger mediante un proceso evolutivo que duraba millones de años.

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