PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 179 3. LA VISIÓN CRISTIANA DEL HOMBRE Y EL PECADO ORIGINAL El tema del PO pertenece, en forma directa, a la antropología teológica, a la visión cristiana del hombre. Aunque, como estamos exponiendo, implica y complica todo nuestro sistema de creencias y vivencias cristianas. Los manuales de Antropología teológica, en el último período de la neoescolástica, incluyen en un amplio tratado «Sobre el pecado original». Reflexionamos ahora sobre alguno de los momentos clave en los que la doctrina del PO impacta, desfavora­ blemente, a mi juicio, la mejor visión cristiana del hombre, tal como ésta se ofrece en la palabra de Dios, leída e interpretada sin el pre­ supuesto, sin el pre-juicio del PO. Como profesor de Antropología Teológica, y buscando infor­ mación que estimulase la reflexión sobre este campo de la teología, he debido leer numerosos libros y estudios que ofrecían una «visión del hombre» desde la perspectiva de las grandes filosofías y religio­ nes históricas. Todavía mantengo la desagradable impresión que me producía constatar que ninguna de las grandes filosofías, religiones, teologías actualmente vigentes mantenía una enseñanza tan pesimis­ ta sobre el hombre similar a la doctrina cristiana sobre el PO. Sobre todo, nadie lo hacía con tan elevada certidumbre y solemnidad, como afirmación nuclear de su visión del hombre. Únicamente los ‘grandes’ pensadores y sentidores cristianos y la Comunidad cristia­ na en general han dicho, durante siglos, referidas a cada hombre y a toda la humanidad, frases como éstas: masa de pecado, masa de perdición, masa de corrupción. Nadie, sino los maestros cristianos, decían que el hombre entra en la vida como ser viciado, corrupto en alma y cuerpo, bajo la ira de la Divinidad, esclavo de los pode­ res diabólicos. Cierto y claro es que inmediatamente se añadía que, liberado de esa profunda miseria inicial, el hombre es elevado a la participación de la vida íntima de Dios ya en esta vida, en forma insospechada por cualquier otra religión. Pero esta liberación la dis­ frutaban muy pocos y estos pocos en medida más bien restringida. Sin embargo, también en este contexto es inevitable elevar esta pregunta: ¿es que para magnificar la acción salvadora de Cristo es necesario hacerle pasar a todo hombre por la ignominia, corrupción, mancha del pecado original? Más bien pienso que no. Si contempla­ mos al hombre a la luz de la palabra de Dios, la dignidad que ésta le

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz