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168 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Limadas las asperezas retóricas y redaccionales, la objeción puesta por Julián hay que calificarla de muy certera, de fuerte garra teológica. Agustín no supo resolverla satisfactoriamente, ni nadie de los que, posteriormente, le siguen en la enseñanza del PO. Se aferra a decirle a Julián: ¡el maniqueo eres tú!... como lo hace hasta el final de su obra. Sin darse cuenta de que un pelagiano como Julián de Eclana está en los antípodas del maniqueísmo. La «teodicea del PO», es decir, el intento de ‘justificar’ el comportamiento de la Divini­ dad en el ‘feo asunto’ del PO, parece condenada a no tener éxito. Al menos teniendo a la vista la figura «clásica» del PO, la que se mantiene desde Agustín hasta la neoescolástica del siglo xx. Las «dul­ cificaciones» que de esta ruda figura ofrecen varios teólogos actua­ les habría que valorarlas una por una. En varios casos cabe decir que hablan «de otra cosa», que no conservan del viejo y secular PO más que el nombre, ya que el contenido sustantivo de la antigua creencia resulta difícil de aceptar. El rudo PO de la tradición agusti- niana ha sido convertido en un tigre de papel. Pervive, sin duda, pero más bien en estado gaseoso. Como si fuese, al decir el poeta, ‘la libélula vaga, de una vaga ilusión’. Vaga, pero dolorosa. Al Dios agustiniano que castiga la raza humana «con tanta miseria*, con la «dura necesidad de pecar», un autor moderno lo compara con un juez que, a un ciudadano que ha cometido un robo, lo condenase a que él y su descendencia por los siglos naz­ can con una cleptomanía congènita, irreversible 92. La sensibilidad de su ira y de su amor. Frente al Dios que castiga con el PO está el Dios de las Confesiones lleno de amor paternal y hasta maternal, con entrañas de compasión y de misericordia. El Agustín del PO no es todo el Agustín, ni siquiera el mejor Agustín. 92 J. G ross , Das Wesen der Erbsünde bei Augustinus, en Augustinus Magister, Actes du Congr. Internat., París 1954, t. II, 77-78. La dificultad de comprender el PO como pecado/castigo llega al paroxismo si pensamos su propagación por genera­ ción a millones de hombres, por cientos de siglos no puede realizarse sin una inter­ vención de Dios positiva, más allá de las leyes de la biología y psicología humana. Según estas leyes inmanentes a la naturaleza humana, es absolutamente imposible que el semen de Adán y de todos los varones de la especie «Homo» se torne en «semen infectum»: «semen infectado e infeccioso» para el alma, ser espiritual directa­ mente creado por Dios. Ya Agustín vio la dificultad e intentó resolverla, sin éxito. Invoca su teoría de las «razones seminales», las semillas de los seres vivientes dota­ das de virtualidades misteriosas y ‘divinales’ según la biología antigua. Y también

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