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166 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Demos la palabra al obispo Julián, porque es el objetante, por­ que vio la dificultad con mayor viveza que Agustín y porque, deta­ lles aparte, el teólogo católico actual y, desde luego, nosotros esta­ mos del lado de Julián y en contra de Agustín en este punto concreto de la controversia: la doctrina del PO es inconciliable con el concepto cristiano de Dios. Dice Julián de Eclana: «Discrepas (Agustín) de los católicos no sólo en la cuestión ésta (del PO, al llamarlo pecado necesario, natural), sino en la cuestión de Dios. No le honras como le vene­ ramos nosotros por su justicia, por su omnipotencia e indivisa Tri­ nidad». Presentas un Dios «en sus preceptos lleno de inmoderación tiránica, de bárbara iniquidad en sus juicios... lleno de perfidia púnica en sus juramentos... apoyado no en razones y en discu­ sión, sino en sueños y fanatismo de Manés». En ese Dios de Agus­ tín, que castiga a todos los hombres con la máxima de las miserias humanas, con la ‘dura necesidad de pecar’, ve Julián al Dios de los maniqueos. Incluso algo peor. Porque el Dios maniqueo hace pecadores forzosos a algunos, no a todos los hombres, como pare­ ce proponer Agustín con su teoría del PO. Y, por otra parte, el mal que hace no es obra suya personal, sino que lo realiza otro dios rival. Sería un Dios más falto de poder que de «justicia». Pero el Dios de Agustín es presentado como ‘justo castigador’ de seres a quienes Él mismo ha hecho pecadores forzosos. «Pon en claro quién es este implacable acusador de inocentes. Respondes: d io s . Has herido mi corazón y, como tal sacrilegio es increíble, no sé qué sentido tiene la palabra ‘Dios’: si es el dios de los paganos o el Dios de nuestro Señor Jesucristo. ¿A qué Dios imputas tal cri­ men? Porque Él (el Dios cristiano) nos amó y entregó a su hijo para perdonarnos y tú le haces juez que persigue a los recién naci­ dos». «Ahora, después de esta doctrina tan bárbara, tan sacrilega, tan funesta, si encontramos unos jueces honrados, sólo deberán maldecirte y execrarte. Juzgarían ser lo más justo y sensato no entrar en discusión contigo, dado que eres extraño a toda religio­ sidad, a toda ciencia, al buen sentido común, pues pretendes lo que ningún bárbaro osaría hacer: hacer criminal a tu Dios»90. 90 Estos textos de Julián los conocemos por san Agustín, Cont. Jul. op. imperf. Para los textos citados ver ib., V, 63.III; 76-7 1,48. Se repiten estas ideas, vgr., III, 124; VI, 6; II, 16; III, 126; «Ni tú ni Manés tenéis el mismo concepto de Dios que nosotros», V, 64; VI, 10. Por ese Dios no derramaron su sangre los mártires de la

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