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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 165 1. LA DOCTRINA DEL PECADO ORIGINAL FRENTE AL CONCEPTO CRISTIANO DE DIOS Los atributos divinos que, a lo largo de la historia, han entrado en conflicto más directo con la teoría del PO han sido la justicia y el amor de Dios. En tiempos pasados se daba más relieve al proble­ ma de conciliar la justicia de Dios con el hecho del PO y con todos los parafernalia de castigos y desventuras fatales que le acompaña­ ban. En los Manuales de teología neoescolástica, hasta nuestros días, no falta un escolio sobre «la teodicea del PO»; es decir, cómo justifi­ car a la justicia divina, cómo explicar que a Dios se le pueda llamar ‘justo’ cuando castiga a la humanidad entera por el pecado de un rudimentario y nebuloso hombre primitivo, apodado Adán. Pecado siniestramente grandioso y cargado de indudable secreto morbo. En la actualidad, se pone en primer plano otro atributo al que los creyentes actuales son más sensibles y que compromete al Dios cristiano en lo más exquisito de su ser: compromete la sinceri­ dad de su Amor salvador ; que llama a los hombres para la partici­ pación de la vida divina. Y que nunca les retira su amistad, si el hombre personal y conscientemente no la rechaza. A este Dios castigador y exactor de tantas penalidades por Él impuestas a los hombres, por motivo del pecado —original y perso­ nal—, la sensibilidad moderna tiende a calificarlo como un Dios «sádico». Como si se complaciese en imponer y pedir de los hom­ bres sufrimientos que, en última instancia, no crean en ellos el amor, la confianza amorosa y libre de hijos, sino el miedo y obediencia resentida de los esclavos. En la controversia que sobre el PO mantuvieron los obispos Agustín de Hipona y Julián de Eclana el atributo divino que ellos veían más comprometido (Julián) y que mejor quedaba defendido (Agustín) es el de la justicia. Convenido el campo de batalla, Agus­ tín era de opinión de que el obispo Julián, al negar el PO, hacía injusto a Dios. Porque, argüía Agustín, la gran miseria que aflige a los niños desde el vientre de su madre, sólo la puede tolerar un Dios que se diga justo, si los niños la tienen merecida por el peca­ do «original» en que nacen incursos. En dirección contraria, Julián proclamaba con energía que la afirmación del PO es del todo incon­ ciliable con el concepto cristiano de Dios, justo y salvador.

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