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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 159 quier tipo de pecado. Eso sería otra cuestión. Si sobreviniere el peca do, él crearía un nuevo motivo de impotencia; pero la radical, pri mordial ya la traía de antes: de su mera y neta condición creatural. Hemos hecho alusión al doble nivel en que puede y debe ser presentada la incapacidad del hombre para salvarse: nivel de comu nicación kerigmática, parenética pastoral, la que es apropiada para una predicación de conversión; y la comunicación/propuesta de la misma idea a nivel de la teología científica/especulativa. Podemos matizar y completar un poco esta propuesta recurriendo al lenguaje de la Escritura a este respecto. La Escritura en cada página, con palabras y hechos, proclama la necesidad de auxilio y Gracia de Dios para obtener la salvación, en el sentido más complexivo de la palabra. Con similar y correlati va frecuencia e intensidad proclama la incapacidad soteriológica del hombre. Como es obvio, la Escritura proclama, enuncia, describe, narra la impotencia humana, pero no la «explica» en el sentido y al nivel en que la ciencia teológica debe y puede hacerlo. Con todo, el lector atento observará que la Escritura proclama/pregona la impotencia soteriológica de los humanos a este triple nivel: — Proclamando la universalidad fáctica del pecar humano. A cada individuo humano parece decirle el mensaje de Natán: ¡Tú eres ese hombre. Porque no hay nadie que haga el bien, no hay ni uno solo!, Rm 3, 1-18 87. — Pero la corrupción moral que acosa a la humanidad no es una especie de andancio que va y viene por temporadas: tiene raí ces hondas en la condición humana. Tienen cabida aquí la prédica de los profetas y enviados de Dios que hablan de la mala inclina- 87 Deberán tenerse en cuenta las observaciones que anteriormente hemos hecho sobre la universalidad del pecado que la Escritura proclama de continuo: es universalidad colectiva, no distributiva , como si cada individuo humano, sin excep ción, fuese pecador personal. Por lo menos no hay que pensar que los recién naci dos sean pecadores ante Dios. En cambio, todo hombre, niño y adulto, aunque sea del todo inocente/sin pecado, se encuentra en imposibilidad absoluta de alcanzar la Salvación. Repetimos: no confundir incapacidad soteriológica con situación de peca do. Ni siquiera con «inclinación al pecado». La incapacidad que aquí describimos es más profunda. Está en la línea del ser, inherente a la finitud, a la condición creatural del hombre puesta frente al Infinito, que es, para cualquier ser creado, un Sobrena tural absoluto, en el ser y en el obrar.
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