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144 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Para encontrar una preocupación y un testimonio explícito, importante y decisivo sobre la relación del niño con El Pecado se debe esperar a los días de san Agustín. Conocemos sus motivos. No estaba movido por «curiosidad» científica/académica. Fue por moti­ vos pastorales a los que su genio especulativo y ganoso de profun­ dizar llevó a las alturas de la especulación teológica. Ya los hemos mencionado y volveremos a encontrarlos más adelante. Los textos de Pablo sobre El Pecado y su actividad en el mundo vienen enmarcados, contextualizados dentro de una predi­ cación de conversión, a nivel pastoral, exhortatorio. No son textos de enseñanza sistemática, académica, crítica. De calificarlos de tex­ tos ‘teológicos’, habría que colocarlos en la teología pastoral, kerig- mática y, en casos, popular y descriptiva. Nada extraño que no encontremos en ellos respuestas inmediatas a algunos interrogan­ tes que, a lo largo de los siglos, se nos han tornado inevitables, por ejemplo: 1. ¿Por qué Adán y los demás hombres sucumben voluntaria­ mente y con tan sospechosa facilidad a las seducciones y engaños de El Pecado y de sus fuerzas auxiliares? ¿No será que el tirano tiene en el interior del hombre una quinta columna, un solapado, oculto traidor que favorece la entrada? 2. La caída del hombre bajo la esclavitud de El Pecado no ha sido fatal y forzada: cada uno ha entrado en tal situación como resul­ tado de su propio, libre comportamiento, ¿no podría romper las cadenas de la esclavitud con sus propias energías morales/espiritua­ les, generosamente empleadas, y recuperar la libertad? 3. San Pablo proclama la necesidad de la Gracia porque el hombre está bajo el dominio de El Pecado. Como la caída bajo esta esclavitud no es fatal, necesaria, sino libre, podría preguntarse si quien por hipótesis, no caiga en esclavitud, ¿no tendría necesidad de Cristo? Incluso para el que voluntariamente ha entrado en situa­ ción pecadora, su pecado, ¿es la única y más profunda raíz de la necesidad de la Gracia y de la imposibilidad que tiene para lograr la propia salvación? No podemos entrar a fondo en los varios problemas antropo­ lógicos y hasta metafísicos que el acontecimiento de El Pecado, sobre todo por su universalidad y profundidad, ofrece a la refle-

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