PS_NyG_1999v046n001p0007_0353

CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 141 demonio, Satanás, la serpiente; el príncipe de este mundo; el peca­ do del mundo; la carne; la ley; los elementos del cosmos; el anti­ cristo; la muerte. En terminología de hoy, el pecado social, el peca­ do estructural: todo ese tropel de entidades y fuerzas que integran el misterio de iniquidad, las vemos condensadas, personificadas, hipostasiadas en la figura de El Pecado. Esta condensación de sim­ bolismos facilita la presente exposición. Por lo demás, parece obvio que de El Pecado, con todas sus concomitancias, podemos hablar, en estilo imaginativo y literario como de un dragón de siete cabe­ zas: los populares e inevitables ‘pecados capitales’. Así, El Pecado se muestra y opera como un personaje de primordial importancia en el drama que se vive en este gran teatro del mundo 79. Recuperamos, pues, el símbolo vivaz y expresivo de El Pecado para hacer algunas advertencias sobre la hamartiología y, correlati­ vamente, sobre la soteriología de Pablo. Describimos su modo de figura por considerarlo de interés expositivo y pedagógico. En los Autos Sacramenta­ les actúan personajes de similar estrictrura literaria y significativa: la Soberbia, la Luju­ ria, etc. L ope de V ega presenta a El Pecado como un personaje del drama, un dragón que intenta engullir a María en el primer instante de su entrada en la vida: La limpie­ z a no m anchada. Comedia de la Concepción Inm aculada de la Beatísima Virgen María. Recogemos la densidad expresiva que El Pecado contiene en el teólogo Pablo y en el poeta Lope de Vega. Con esta utilización de los textos paulinos alejamos de estos la interpretación individualista y moralista que es tan frecuente. Pablo en esos textos describe una situación histórico salvífica de esclavitud en que se encuentra la humanidad como cuerpo social. No entra a determinar en qué grado de intensidad El Pecado llega a esclavizar personalmente a cada individuo. Desde luego, para nada pensaba que esclavizase a los recién entrados en la existencia. 79 El humorista W. F ernández F lórez , en su novela Las siete columnas, presen­ ta a los populares y denostados -pecados capitales» como los siete fundamentos sobre los que se eleva el edificio de nuestra historia y civilización humana. Difícil imaginar cómo sería nuestro mundo si, de repente, desapareciesen de él los envi­ diosos, los soberbios, los lujuriosos: todos los cultivadores de los pecados capitales. No nos hallaríamos sin ellos, dice el novelista. Un teólogo dirá que, sin la presencia e influencia de El Pecado, no podemos seguir el desarrollo del drama que se repre­ senta en el gran teatro del mundo. Pero esa constatación nada arguye a favor de la teoría del PO. Por eso, si prescindimos del PO como fuente del pecar humano y hablamos de un Cristianismo sin p ecad o original, todavía le dejamos a El Pecado mucho vagar, cantidad de tiempo y espacio para hacer su trabajo en la historia y esclavizar a toda la raza humana, que ya de suyo vemos extremadamente lábil, cae­ diza y, en el caso, «pecadoriza».

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz