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C ap ítu lo IX ¿DÓNDE QUEDA LA FUERZA DE EL PECADO? 1. ¿ES PELIGROSO UN CRISTIANISMO «SIN PECADO ORIGINAL»? Entre los defensores del PO existe la propensión a pensar que, si se elimina de la religión cristiana la figura del PO, se pondría en circulación no únicamente un Cristianismo sin pecado original, sino un Cristianismo sin pecado, en absoluto. Frase que no podría menos de ser asociada a la de la «Moral sin pecado», de que se habló hace unos años (H. Hesnard). Y, más lejos y con no menor peligro, ven­ dría a la memoria la idea de F. Nietzsche, que culpaba al judeo-cris- tianismo de haber corrompido la salud moral/vital de la humanidad con su doctrina del PO. Un concomitante inseparable de la doctrina del PO ha sido la convicción de que el evento del pecado originante-originado es el gozne sobre el cual gira toda la actual historia y economía de sal­ vación. Si les quitan este PO, se les derrumba todo su cristianismo 76 y se nos acusaría de que tal derrumbamiento vendría propiciado por nuestra propuesta de un Cristianismo sin pecado original. Pienso que esta medrosa perspectiva se irá mostrando injustificada a lo largo de toda nuestra exposición. Ahora me fijo en otro temor de menor importancia, pero real y operativo: eliminado de la historia humana el PO quedaría sin expli­ cación razonable y creíble la existencia de tanta miseria como abru­ ma la historia de la humanidad. Y, nominalmente, la sobreabundancia de pecados que nos atosiga. Como sí, eliminado el PO y sustituido 76 Ya oíamos a san Agustín sintetizar toda su fe cristiana en torno a los dos hombres, Adán y Cristo. Algunos teólogos opinan que si Adán no hubiese pecado, el Verbo no se hubiese encarnado. En cuyo caso nuestra relación con Dios podría mantenerse tal vez, pero discurriría por caminos no «cristianos», es decir, no centra­ dos en Cristo Jesús. Muy agustiniano se muestra Pascal en este textos: «Toda la fe consiste en Jesucristo y en Adán; y toda la moral, en la concupiscencia y en la gra­ cia», Pensamientos, 523, Madrid, Espasa Calpe, 1943, 57. Apenas se podría expresar mejor la centralidad del PO en la dogmática y en la moral de ciertos cristianos duran­ te siglos y hasta nuestos días.

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