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128 ALEJANDRO DE VILLALMONTE mos privilegiar la función elevante, transformante, deificante, crea­ dora de nuevo ser en el agraciado. La función negativa de quitar el pecado es consiguiente, adveniente y circunstancial: quita el pecado si lo hubiere, pero, aunque no lo hubiere, tiene otra tarea más noble que realizar: hacer de María (de todo hombre) nueva criatura en Cristo. Si se invierte la perspectiva y se hace de la función hamar- tiológica la primordial, esencial, entonces el argumento escotiano pierde validez. Pero la historia ha mostrado que fue aceptado como valioso y recibido por la Iglesia y su Magisterio. Entre los teólogos católicos surge ahora y asciende la opinión (en este caso también calificable de ‘piadosa’) de que todo hombre es concebido/nace inmune del PO. Como no es soportable dejarlo en naturaleza pura o en imaginario espacio vacío entre el pecado y la gracia, se opta por hablar de la Gracia original. De nuevo, el muro de acero que impide el avance de esta «piadosa opinión» es la uni­ versalidad de la redención de Cristo. Se dice, como en la Edad Media, que donde no haya pecador previo no hay sujeto de salva­ ción. Se sigue repitiendo la consigna secular: para no desvirtuar la eficacia de la Cruz, es indispensable seguir manteniendo la tesis del PO. Pero tampoco en nuestro siglo esa afirmación es verdadera como no lo era en la Edad Media. Por eso, provocados por el éxito de los principios teológicos manejados por Duns Escoto y por su estilo de argumentación, reali­ zamos similar ejercicio mental, retorcemos el argumento y propone­ mos: la universalidad y sobreabundancia de la gracia de Cristo, lejos de exigir que todo hombre, al entrar en la vida, se encuentre en situación teologal de pecado ‘original’, lo que realmente acontece es que se encuentra en situación teologal de gracia santificante. Únicamente si aceptamos este hecho percibiremos la sobreabundan­ cia y universalidad de la salvación realizada por Cristo también a favor del recién llegado al mundo. Nuestra opción por la santidad original y no por el ‘pecado original’ surge impulsada por la necesidad de mostrar a mejor luz, dentro de la analogía de la fe, la excelencia del Salvador. Cuando se está discutiendo si los hombre entran en la vida incorporados-ya a Cristo (deificados en Cristo) o bien dominados por El Pecado, nosotros hacemos nuestro un principio de la cristología escotista: «Al ensalzar a Cristo prefiero excederme antes que quedarme corto

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