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116 ALEJANDRO DE VILLALMONTE incorporado a Cristo , Sacramento universal de salvación 61. Ante esta afirmación, extraña para el común de los creyentes, teólogos o no, surge espontánea la pregunta que pudiera parecer vulgar, pero que no deja de ser incisiva y hasta comprometedora: ¿cómo lo sabes?, ¿estás seguro? Los confesantes de la vieja teoría del PO la mantenían como una noticia venida del cielo, palabra de Dios. Con la certidumbre que este altísimo origen comportaba. Sobre ellos pasaba entonces la tarea de demostrar su aserto. Parece que, al menos en la actualidad, no la cumplen satisfactoriamente, según opina la teología crítica que en nuestro días trabaja sobre y en con tra de la teoría del PO. Nuestra propuesta, y la certidumbre que le acompaña, es mucho más sobria: sabemos, por razonamiento teológico y tenemos la correlativa certeza científico-teológica, de que todo hombre nace en estado de gracia ante Dios. La conclusión la valoramos como preciosa a su nivel, y también por las repercusiones favorables que tiene en el campo de nuestra teología católica. Sintetizada, por ejem plo, en que limpia a la teología de la mancha del PO que le afecta en todas las direcciones del tiempo y del espacio. En todo caso, no pretendemos sustituir el «dogma del pecado original» por el «dogma de la Gracia original», si bien éste sería más agradable y menos com prometedor para nuestra fe católica. 2. QUÉ ENTENDEMOS POR ‘GRACIA ORIGINAL’ Creo que la explicación más inmediata se logra si se la entiende como una situación teologal del recién nacido opuesta a la situación de «pecado original». La teología tradicional, cuando llamaba pecado «original» a la situación del recién concebido, quería decir, bajo esa denominación y desde el significado gramatical de la palabra, que tal pecado se contraía: a) desde el origen de la humanidad; b) al origi narse mismo de cada individuo (en el instante de ser concebido/ori- 6 l La propuesta ha sido discutida con amplitud en anteriores estudios nuestros, A. d e V illa lm o n t e , ¿Pecado original o santidad originaria?, en EF 82 (1981) 269-381. Allí se encontrarán ulteriores matizaciones y documentación que ahora no podemos alegar. Id., Voluntad salvifica universal y pecado original, en EF 92 (1991) 1-24.
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