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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 17 na es el destino final, ún ico para cada ser humano; que Cristo es el ún ico Mediador de esta salvación; que fuera de la Iglesia de Cristo no hay salvación; que en la Iglesia sólo se entra por el bautismo; bau­ tismo que sólo una mínima parte de la humanidad, infantil o adulta, ha logrado recibir. La preocupación por la «humanidad infantil» ha tomado cuerpo en diversos momentos de la exposición sistemática del credo católico: — al hablar de la extensión y eficacia operativa de la voluntad salvífica de Dios, ¿alcanza también a esa mayoritaria h um a n id a d infantil? Es la variante teológica del problema; — al explicar la universalidad absoluta de la acción salvadora de Cristo, ¿alcanza a todo hombre que llega a este mundo y desde que llega a este mundo?: vertiente cristológica; — la vertiente m ariológ ica ha surgido, en la historia, al lado de la cristiológica y subdiaria de ella. Durante siglos, los católicos mostraron ardoroso interés por conocer la situación teologal de la Virgen María al entrar en la existencia. No juzgaban vana curiosidad este empeño, ni quedaron tranquilos hasta que se les dijo, en forma del todo segura y solemne, que la Madre del Señor fue llena d e Gra­ c ia desde el primer instante de su ser, que no se encontró nunca en situación teologal de PO, como se decía de los demás hombres. El caso de María es p rov o cad o r, ¿por qué no preocuparse, en forma proporcional, análoga, por la situación teologal de cada ser humano al entrar en la existencia? Al fin y al cabo todos somos hermanos de Ella y estamos en idéntica econom ía d e gracia, en la misma concre­ ta historia de salvación. La solución dada al caso de María podría ser padigmática para responder a la misma pregunta formulada res­ pecto a los demás hombres; — clara es también la dimensión eclesiológica: fuera de la Igle­ sia y sin el bautismo que ella otorga, no hay salvación, ¿cuál será el destino sobrenatural de esa incontable humanidad infantil que muere fuera de la Iglesia y de su bautismo? La respuesta será muy distinta según se admita o se niegue la existencia en ellos del PO. Pero, cuando la teología cristiana ha hablado largo y tendido sobre la situación del hombre al entrar en la vida, ha sido al elabo­ rar una An tropología teo lóg ica en la que se sintetice todo lo más importante que la palabra de Dios nos dice sobre el hombre. En ella

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