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114 ALEJANDRO DE VILLALMONTE Aunque con cierta lentitud, la teología sistemática, en cuanto tarea de reflexión crítica, radical sobre los enunciados de la fe, lle­ gaba a la sospecha y, por parte de muchos, a la convicción de que la «opinión común» (= communis opinio) sobre el PO, resulta diso­ nante dentro de la armonía/analogía/contexto de verdades cristia­ nas más básicas, más valiosas para nuestra ortodoxia y nuestra orto- praxis. Nominalmente la teoría del PO aparece como incompatible con el concepto católico y vivencia cumplida de Dios-Amor, de Cris­ to Salvador universal, del hombre objeto de la voluntad salvadora de Dios, verdadera y sincera. Los críticos de la teoría del PO hacían su trabajo también desde otro punto dialéctico: desde el conocido motivo ex pravis consectariis, desde la desafortunada influencia que la teoría del PO ha tenido en la fe, en las costumbres, en las pro­ pias creaciones culturales del cristianismo occidental. También esta vertiente de la cuestión ha de tenerse en cuenta. Desde la perspectiva en que nosotros estudiamos ahora el pro­ blema del PO, me parece ilustrativa esta constatación histórica: la razón teológica, manejada por el gran creyente y polemista refinado Agustín de Hipona, elevó un grandioso monumento a la doctrina del PO. Pero la razón teológica, manejada por el teólogo católi­ co que viva en la modernidad, sobre los mismos materiales primeros que utilizaba la razón de Agustín, ejerce una tarea más científica, más radicalmente crítica. Por eso, puede llegar a decir que el espacioso y alto edificio de la teoría del PO, ha sido levantado sobre el terreno movedizo de reflexiones humanas que, aunque las reconozcamos como ilustres, son sólo relativamente seguras y fiables. Y son, en nuestro caso, perecederas.

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