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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 113 labra de Dios. Sin embargo, los teólogos (bíblicos y sistemáticos) se vieron forzados a releer sus textos informativos, con ojos mejor ilumi­ nados. Y aunque refractarios y renuentes un poco más allá de lo razo­ nable, no tuvieron, por fin, otra opción sino aceptar las reglas de la hermenéutica a la que todo texto humano está sujeto. En sustancia: la nueva hermenéutica exigía la aplicación del método histórico críti­ co — la herm enéutica d e las culturas — a los procesos de incultura- ción y desculturización de las ideas, al estudio de los textos bíblicos, en analogía con lo que se hace con todo texto escrito por mano de hombre. Nominalmente con los textos presuntamente fundadores de la teoría del PO, Gn 2-3 y Rm 5, 12-21; Rm 7, 12-23. Con pasos medidos, con esfuerzo e inteligencia se llegó a determinar lo que es contenido sustantivo y sustancioso de nuestra ortodoxia y de la orto- praxis de todos los siglos: la excelencia, sobreabundancia, universali­ dad de la acción salvadora de Cristo. Desglosándolo de los elementos caducos, de las adherencias culturales que le advinieron en su mar­ cha por la historia. El resultado más inmediato, constatable ya por los años sesenta, era el abandono generalizado de la llamada teología de Adán. Eliminado el originante, el PO originado ya no podría razona­ blemente mantenerse. Se imponía la conclusión de que la enseñanza d e la iglesia occidental sobre el PO no es doctrina bíblica. Ya hemos explicado este aserto. D ) E l a p o r t e d e l a r e f le x i ó n t e o l ó g i c a Aceptada esta conclusión de los exégetas bíblicos, se pone inte­ rés en aplicar la nueva hermenéutica a los textos de la Tradición, a todos los niveles y en sus varias manifestaciones. Nominalmente en su manifestación patrística y en los textos del Magisterio. El proceso de relectura histórico-crítica no se ha concluido todavía. En páginas anteriores hemos expuesto nuestra opinión al respecto. Si se nos permite acudir a la práctica de los neoescolásticos de poner califica­ ción teológica a la enseñanza sobre el PO, diríamos que se trata de una «conclusión teológica», un teologúmeno, una teoría arbitrada en orden a ex p lic a r este dogma nuclear de nuestra fe: la necesidad absoluta y la sobreabundancia de la acción salvadora de Cristo. Todo lo que pase de ahí será siempre discutible y discutido a lo largo de la historia de la Iglesia.

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