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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 111 evolutiva, procesual, dinámica del devenir del cosmos, del hom­ bre, de la historia. So pena de acudir a una imponente milagrería divina a favor del Hombre /Adán originario, de su «estado paradi­ síaco» que, de no haberse malogrado, prolongaría la milagrería por los siglos de los siglos. En consecuencia, podemos decir que, tanto la física como la metafísica que la razón humana puede honradamente manejar, ele­ van dificultades inauditas contra la clásica teoría del PO. Tales difi­ cultades, además de nuevas, resultaban insolubles con los esquemas teológicos usuales, elaborados por una mentalidad fijista, estática, inmovilista, heredada de la escolástica y de sus antepasados heléni­ cos. Pero también el más elemental respeto a la «moral/ética» y a la dignidad del hombre libre, resucitaban e intensificaban dificultades que Julián de Eclana ya había sugerido a san Agustín y que éste solucionó malamente. Parece que va contra la ética más elemental y que implica una falta de respeto a la libertad humana, a la dignidad del hombre —cada hombre individual— creado a imagen y seme­ janza de Dios (= dignitas naturae conditae!) el afirmar, incluso con solemnidad y tenacidad, que todo ser humano, antes de tener siquiera la posibilidad real de decidirse por el bien o por el mal, antes de cualquier ejercicio consciente y personal de su libertad, ya se encuentra en situación de pecado «original». La vieja objeción, no podía menos de intensificarse dentro de la cultura humanista, personalista, antropocéntrica del hombre moder­ no, en creciente desde la Ilustración. B) D ificultades contra el pecado original DESDE OTROS ÁNGULOS DEL SER HUMANO 60 Los cultivadores de un saber nuevo: la historia de las creen­ cias religiosas, tuvieron oportunidad de señalar cómo numerosos mitos, nacidos en varios ciclos culturales, hablaban de la caída/des­ ventura, de la culpa originaria, del «viejo pecado» ocurrido en la tribu primitiva. De tal funesto evento se habrían originado todas las 60 El tema insinuado en este epígrafe lo hemos estudiado con mayor amplitud en la obra El pecado original. Veinticinco años, espec. 180 - 208 .

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