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CRISTIANISMO SIN PECADO ORIGINAL 107 unde malum = ¿de dónde viene el mal?, se transforma en esta otra más finamente humana y vivaz: unde miseria /¿De dónde le viene esta tan «gran miseria» al hombre? Agustín era un gran pensador y un gran sentidor. Era, además, gran escritor que maneja bien los mejores recursos dialécticos y literarios. Por eso centra la argumen tación en los niños y hace de la miseria infantil —a nivel de razo namiento teológico— argumento aquiles a favor de su reciente, innovadora teoría del PO. En efecto, los pelagianos podrían decirle que la miseria huma na, incluida la dura necesidad de pecar, proviene de los pecados personales de los hombres adultos, de la consuetudo peccandi = de la costumbre de pecar. Sabido es, desde antiguo, que la costumbre era calificada como «segunda naturaleza». Responde Agustín recu rriendo a la miseria de los niños. Éstos no tienen ‘costumbres’ malas. Pero están sujetos, como se ve, a los sufrimientos y a la muerte que amargan la existencia de los adultos. Y también a la dura necesidad de pecar: la magna miseria humana. Si bien en el niño existe sólo virtual/potencialmente 57. ¿De dónde, pues, la miseria de los niños, esta congènita, vivaz tendencia al mal/pecado que ya se manifiesta germinalmente en ellos? Agustín lo tiene del todo claro en este punto: «Son miserables (los niños) porque son reos. Ambos —Agustín y Julián— vemos su suplicio, di tú por qué lo han merecido». En esta argumentación de Agustín viene implicado y vigente el ancestral mito de la pena: la correlación inexorable entre culpa-pena, sufrimiento-pecado. La ley del talión, una de las bases de la justicia administrada por el hom bre primitivo. Y que, ingenuamente, era traslada a la forma en que los dioses ejercen la justicia. 57 La miseria de los infantes delata en ellos la presencia del PO, según Agus tín. Esta presencia se tornará más intensa y operante a medida que el niño vaya lle gando a adulto y con la adultez la ‘dura necesidad de pecar’. Esta convicción es la clave para interpretar los relatos de los «pecados infantiles», propios y ajenos, que aparecen en las Confesiones: «lo que es inocente en los niños es la debilidad de los miembros infantiles, no el alma de los mismos», Conf. I, VIL Se cree «niño diminuto, pero gran pecador» = tantillus pu er et tantus peccator), ib., c. 12. Estas confesiones se encuadran en el contexto general de las Confesiones y de las convicciones agusti- nianas sobre el PO. Ver P. R igby , Original Sin in Augustine’s Confessions, University Ottawa Press, 1987, 29-46.
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