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380 JAIME NUBIOLA Eugenio d’Ors. «Yo no sé —no puedo saber— por qué soy un pro­ fano en Filosofía si merece el calificativo de obra maestra, (...) pero sí me es dable señalar la evidencia del hecho que, con aquella obra voluminosa, Eugenio d’Ors realizó un serio esfuerzo para exponer de un modo coherente la totalidad de su pensamiento filosófico» 8. La valoración de su trabajo como filósofo depende, pues, del valor que se asigne a este libro. En él se encierran expuestas de un modo orgánico, de un modo buscadamente sistemático, la mayor parte de sus más luminosas intuiciones y de sus expresiones más brillantes, dispersas hasta entonces en su enorme Glosario y muy en especial en sus obras de juventud, en la que quiso dedicarse profesional­ mente a la filosofía. En este sentido, puede decirse que la redacción de El secreto d e la Filosofía le resultó fácil a Eugenio d’Ors, pues ya lo tenía todo pensado desde muchos años atrás y se apoyaba en sus propios tex­ tos anteriores para redactarlo. Por eso explica en la introducción que su esfuerzo por lograr una nueva redacción es sólo una «nove­ dad relativa». No puede decirse que el texto de El secreto d e la Filo­ sofía sea un resumen de aquellos cursos dictados años antes, ni tam­ poco una ampliación: «En la extensión, en el orden con que la materia se desarrolla y en la misma distribución en capítulos que la vertebra, se repro­ ducen ahora unos ya habituales orden y estructuración. La única reforma aplicada cífrase en prescindir de la insistencia característi­ ca del discurso oratorio; reemplazada por una economía, donde queda a cargo de los ojos del lector el volver sobre lo que no le ha bastado, sin que sea necesario que, para este fin, colabore, con quien escucha, quien habla» (p. 26). El eco que obtuvo este libro en el ámbito académico español fue tan débil, que su acogida puede calificarse verdaderamente como gla­ cial. Sólo dos de sus discípulos, Paul Werrie y José Luis L. Aranguren, celebraron su aparición en la revista bibliográfica ínsula (n.° 27, 1948, pp. 1 y 2), y Adolfo Muñoz Alonso, que antes le había sido hostil, publicó una recensión entusiasta en Cuadernos H ispanoam ericanos 8 E. J ardí , Eugeni d ’Ors, p. 293.

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