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ANTROPOLOGÍA Y ESCATOLOGÌA 331 en el sentido que responde al orden de la creación. La idea de fin se puede interpretar desde el principio filosófico, nada ajeno a Bue­ naventura, según el cual el fin no es extrínseco a un ser, sino cons­ titutivo del mismo 255. La expresión forma beatificabilis traduce un plan de Dios sobre el hombre, que puede traducirse en categorías de «vocación» y «pro­ yecto» con las que se expresa el núcleo de la antropología. Equiva­ len a hablar del hombre como tensión-ordenación óntica al misterio y de la óntica necesidad que el hombre tiene de Dios para sanativa­ mente colmar su intrínseco dinamismo. La condición creada del hom­ bre habla de su condición metafísica concluida, sino abierta a posi­ bilidades nuevas. Su condición de imagen de Dios es la posibilidad de acceder a formas perfectivas del ser. La explicación del desasosie­ go que el hombre padece por tender a la Trinidad, la nostalgia y el afán por encontrarla en el interior de cada ser y en el interior de sí mismo, la fuerza del deseo tienen aquí su explicación y también se explica la vinculación de dos tratados teológicos, que una lectura material de la obra bonaventuriana podría ver como aparentemente inconexos: la real vinculación que se da entre protología y escatolo- gía y de otra parte la necesaria vinculación de estos dos tratados son el tratado sobre Dios-Trinidad. Si en la creación del hombre tene­ mos al Dios-Trinidad que crea y configura consigo al hombre y se le da como fin, la razón última del origen y de la final consumación en Dios, es Dios mismo. En este sentido, se puede hablar de la Trinidad como de la verdadera postrimería del hombre. La misma polaridad intrínseca que el concepto de imagen con­ lleva, la conveniencia en el ser entre el hombre y la Trinidad, hace que el hombre tenga una necesaria inclinación a Dios, que se tra­ duce en una indigencia seral de él, expresión también de un intrín­ seco deseo insaciado, que sólo conociéndola y amándola, se verá plenamente cumplido. San Buenaventura, si admite que el conoci­ miento de Dios está naturalmente inserto en el hombre, esta conve­ niencia que las potencias del alma entrañan se puede decir que es la que pone la conveniencia de orden con la Trinidad y la radical indigencia de ella en el hondón del alma humana, precisamente por- 255 Cf. H. de L ubac , Le mystère du surnaturel, Paris 1965, 109.

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