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ANTROPOLOGÍA Y ESCATOLOGÌA 313 San Buenaventura establece un conjunto de distinciones entre los constitutivos del deseo, si cada uno de los deseos del hombre tiene su propio ordenamiento 19°, hace suponer que el deseo con sus elementos constitutivos vendría a ser distinto de la naturaleza en la que tiene su origen, más bien si la naturaleza del hombre puede ser considerada como una capacidad de Dios y como una apertura a él, en este sentido el deseo podría considerarse como una dimensión de la naturaleza del hombre, de acuerdo con las leyes de la psicología bonaventuriana y con la principios de la psi­ cología medieval que afirman que la naturaleza obra por sus poten­ cias, en este sentido como potencia o como dimensión del ser del hombre puede considerarse el deseo. Ciertamente el hombre es creado como ordenado y abierto al misterio de Dios, este principio constitutivo de su ser, puede ser considerado bajo el aspecto de Dios, pero de ninguna manera la naturaleza del hombre puede ser considerada de forma distinta que en la sumisión y obediencia al Creador, ya que el concepto de naturaleza en el ámbito de la antro­ pología teológica de san Buenaventura se mueve en el llamado orden hipotéticamente necesario, como una realidad que en su estructura depende de la voluntad de Dios. En este sentido hablar de natural y de naturaleza en san Buenaventura, equivale a hablar de naturalis cursus, alusivo a la constitución misma del ser creado desde el comienzo de la existencia y que siempre permanece, por ello, el con­ cepto «naturaleza» y sus derivados tienen que ser leídos dentro del contexto cristiano de creación y tiene que ser vinculado al querer divino. Por eso, cuando se habla de un deseo natural del bien o de la bienaventuranza habría que delimitarlo dentro del llamado orden hipotéticamente necesario, dado que sus principios generales no res­ ponden a un análisis de la empiría material del hombre, sino a una concepción del mismo, que puede ser llamada histórica, la configu­ ración estructural del hombre, como creatura de Dios, responde a la voluntad divina histórica, pues ha sido dotado de un orden estructu­ ral que viene en él a constituir lo natural191. Si hablamos de un deseo 190 «Quilibet istorum appetitum habet suum regimem», 2 Sent d 3 8 a 2 q 1 conci. (II, 891). 191 Cf. 2 Sent d 3 p 2 a 1 q 1 conci (II 113); 2 Seni d 13 dub 2 (II, 331); 2 Sent d 14 p l a l q l conci. (II, 336); 2 Sent d 18 a 1 q 2 ad 5 (II, 437); 4 Sent d 12 p 1 a 1 q 1 conci. (IV, 271).

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