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ANTROPOLOGÍA Y ESCATOLOGÌA 309 ra, la palabra natura y sus derivados no pueden ser interpretados al margen del plan salvífico que encontramos en la revelación; por consiguiente, las claves de lectura de la idea de deseo natural de la bienaventuranza están en los principios rectores de la teología de la imagen, y en este contexto naturale, naturalia y sus derivados han de ser leídos no en las claves que estos conceptos puedan tener en la filosofía y teología del Barroco y la Neoescolástica, sino como un principio intrínseco del ser del hombre, porque si el concepto de naturaleza es equivalente al concepto de creación, el concep­ to de deseo natural de la bienaventuranza tiene que ser leído en el contexto de la teología de la creación y más en concreto desde la idea de fo rm a beatificabilis, en cuanto que este tema verdaderamen­ te central dentro de la antropología teológica, incluye la idea de un fin transcendente al que el hombre se ordena, quedando proyectado el hombre hacia el horizonte de la bienaventuranza. El deseo natural de la bienaventuranza tiene otra explicitación en la idea de perfec­ ción, si la perfección es naturalmente apetecida, esta afirmación supone que la naturaleza del hombre no puede ser pensada como una forma estática y cerrada en sí misma, sino abierta a formas com­ pletivas del ser, incidiendo de nuevo en el concepto de imagen y semejanza de Dios en cuanto supone una apertura al Misterio 173. El pensamiento que san Buenaventura ha expuesto en la argu­ mentación es matizado en las responsiones a d obiecta. El deseo de la bienaventuranza es en el hombre un movimiento en el hombre que no va precedido del conocimiento, como es todo deseo delibe­ rativo 174. La solución de Buenaventura es muy matizada, admitiendo rium dicit Augustinus in tertio de Libero Arbitrio: ergo appétit appetitu naturali. Sed naturalis appetitus est communis omnibus et perpetuus: ergo si talis est appetitus beatitudinis, patet, etc.», 4 Sent d 49 p l a u q 2 f 3 (IV, 1003). 173 «Unumquodque perfectibile naturaliter appétit suam perfectionem; sed anima humana nata est perficit beatitudine vera: ergo omnis anima appétit beatitudi- nem veram», 4 Sent d 49 p l a u q 2 f 4 (IV, 1003). 174 «Ad illud ergo quod obiicitur in contrarium, quod multi ignorant veram beatitudinem, respondent aliqui, quod ante appetitum deliberativum oportet cogni- tionem praecedere, sed non appetitum naturalem. Sed hoc nihil est: quia, sicut in nobis est duplex amor, naturalis et deliberativus; sic similiter et duplex cognitio; ergo si deliberativa cognitio deliberativum amore praecedit, sic naturalis naturalem, 4 Sent d 49 p 1 a u q 2 a d 1.2.3 (IV, 1003).

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