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ANTROPOLOGÍA Y ESCATOLOGÌA 307 cepción incide la teoría de los fines de la creación. San Bue­ naventura establece una correspondencia entre el hecho de ser creado a imagen y semejanza de Dios y la destinación última a la bienaventuranza, que de algún modo es una finalidad ya presen­ te en la creación del hombre, cuando se afirma que el alma es propter beatitudinem facta , al mismo tiempo que la destina­ ción futura del hombre conlleva la aptitud para el fin al que ha sido destinado 167. El deseo de la bienaventuranza se puede identificar con el deseo mismo de Dios. Ciertamente la bienaventuranza entra en el horizonte de lo antropológico, como un fin que sacia el de­ seo del hombre, en una doble dimensión, como ya he indicado, como obiectum y como informans. Como objeto, el deseo de la bienaventuranza sólo puede ser Dios mismo, a quien el hombre está ordenado e intencionado y la influentia Dei es el fin infor­ mante l68. Cuando san Buenaventura habla del deseo (appetitus) natural racional suele emplear un conjunto de expresiones que, si bien son diversas entre sí, se las puede considerar coincidentes en un común substrato antropológico: tendencia al saber y a la paz, a la justicia y a la virtud, a la bienaventuranza, que nos hablan siempre del hom­ bre orientado hacia un fin que le transciende. En este sentido, el deseo no tiene un fin universal abstracto. La realidad de la faculta­ des que sienten la conveniencia y la indigencia determinan y con­ cretan la vaguedad del deseo natural. En el horizonte del deseo, la bienaventuranza es vista como un perfeccionamiento del ser. Esta idea es una aplicación concreta de la ley natural de los seres: toda 1003); 2 Sent d 19 a 1 q 1 conci (II, 460); en las QQ de Mysterio Trinitatis escribe: «Appetitus beatitudinis adeo nobis insertus, ut nullus possit dubitare de altero, utrum vellit esset beatus, ut in pluribus locis dicit Augustinus; sed beatitudo consistit in summo bono, quod Deus est; ergo si talis appetitus sine aliquali notitia, esse non potest, necesse est, quod notitia, quae scitur, summum bonum sive Deus esse sit inserta ipse animae», Myst Trinit., q 1 a 1 f 7 (V, 46). 167 «Anima enim «est imago Dei, quia capax Dei est et particeps esset potest» et ita propter beatitudinem facta est et ad beatitudinem apta», 2 Sent d 26 a u q 4 conci, ad 1 (II, 640-641). 168 Cf. 4 Sent d 49 p 1 a u q 1 conci. (IV, 1000-1001).

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