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ANTROPOLOGÍA Y ESCATOLOGÌA 305 do para participar de la suma bienaventuranza. El appetitus naturalis de la bienaventuranza se presenta como un dato indubitable 158. La argumentación muestra uno de los principios rectores de la antro­ pología bonaventuriana. El deseo que en el hombre puede decirse natural, está fundado en la constitución misma del hombre, a partir de la finalidad que Dios ha impreso en su naturaleza, creándolo a su imagen y semejanza. A este tema central de la antropología une san Buenaventura el tema del deseo. ¿Cómo puede ser entendido? La teoría del appetitus procede de la filosofía estoica y en ella designa una propensión natural o una fuerza o elan instintivo en cada ser y viene a ser el principio de toda activi­ dad. El De finibus de Cicerón se inspira en la filosofía estoica y tradu­ ce el término griego ormé como appetitus. Generalmente, con este tér­ mino, se designa una tendencia o apetito o el deseo mismo 159. San Agustín asume la expresión ciceroniana para traducir el tér­ mino griego ormé. El término appetitus designa en san Agustín una tendencia, que puede ser equivalente a una fuerza ciega y también a un deseo consciente l6°. El sentido mas frecuente que en san Agus­ tín tiene es el de deseo 161, También es formulado por san Agustín como appetitus beatitudinis et appetitus nocendi 162. En el pensamiento de san Buenaventura, el deseo, en sentido metafísico, dado que tiene también un sentido espiritual que no voy a tratar l63, nace de dos extremos: la conveniencia y la indigencia. Estos dos extremos nos hablan de la radical antinomia del hombre, y que son los que posibilitar su apertura al infinito y simultánea­ mente revelan la grandeza y la impotencia del hombre. El deseo nace de la inadecuación que se da al interior de su propio ser. En él se da, como ya he dicho, una convenientia, equivalente a la posi­ tiva ordenación del hombre a Dios, fundada en el principio consti- 158 Cf. 2 Sent, d 19 a 1 q 1 con ci (II, 460). 159 «Consitit autem fere inter omnes id in quod prudentia versaretur et quod assequi vellet aptum et acomodatum naturae esse opportet et tale, ut ipsum per se invitare et alli esse appetunt animare, quem orme Graeci vocant», C iceró n , De f i ­ nibus, 5, 6. 160 Cf. S an A gustín , De Civitate Dei, 11, 28 (PL 41, 342). 161 Cf. S an A gustín , Confesiones, 2, 9, 17 (PL 32, 682) 162 Cf. S an A gustín , De Trinitate, 12 13, 21 (PL 42, 1009).

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