PS_NyG_1998v045n002p0255_0389
300 FRANCISCO DE ASÍS CHAVERO BLANCO La bienaventuranza es el fin para el que el hombre es creado. Es una tesis asumida de la patrística griega a través de Juan Damasce no 137. El fin de la creación coincide con la voluntad salvifica de Dios 138. En la antropología teológica ha dedicado unas páginas al deseo de la bienaventuranza, que pueden ser clarificadoras para sus tesis escatológicas. En el actuar del hombre hay siempre una finalidad determinada y precisa, orientada a un fin último que es la bienaventu ranza. Se trata ciertamente de la tesis común del platonismo, que asume Aristóteles y que cristianiza san Agustín 139. La bienaventuranza es el fin de toda voluntad, y por ello, todos los hombres la desean y el deseo del sumo y verdadero bien está inserto en todos los hom bres 14°. En Alejandro y en la tradición platónica se trata de un con cepto apriórico y no sólo indesmostrado, sino quizás indemostrable. Una de esas persuasiones que pertenecen al patrimonio común del pensamiento y aceptada universalmente, como un principio orienta dor. Y siempre la persuasión es invariable: en el fondo del hombre está inserto del deseo del verdadero bien 141. La concepción halesiana de la bienaventuranza está ligada al concepto de imagen de Dios. En el quicio de la sistematización, ha puesto Alejandro un par de conceptos, que, importados de san Agus tín, viene a dar razón de la labor del teólogo. Los conceptos uti et fru i dan los parámetros que permiten al hombre situarse ante Dios. La distinción entre este par de conceptos es un elemento fundamen tal de la ética y de la espiritualidad agustiniana, indicadores de una ética subjetiva y de un orden objetivo, determinado por él último fin al que el hombre debe tender. El bien moral se realiza siempre den tro del orden que estos conceptos marcan 142. El deseo de la biena- anima tendit ad beatitudinem et appetii», A lejandro df H ales , Quaestio de beatitudi ne, ms. Toulouse 737, f. 154d; ms. Assisi 186, f. 84c. 137 Cf. A lejandro de H ales , 1 Glossa d 46, n.° 1 (I, 458). 138 Cf. A lejandro de H ales , 1 Glossa d 46, n.° 2 g (I, 460). 139 «Sed omnis operis progredientis a volúntate est beatitudo finis, quoniam, quoniam omnes propter ipsam operantur», 2 Glosa d 28, n.° 2 (II, 367); Cf. A ristó teles , Ética a Nicómaco, 1, 12; S an A g u stín , De Trinitate, 13, 5, 8 (PL 42, 1020); B oethius , De Consolatione Philosophiae, 3, prosa 2 (PL 63, 723). 140 Cf. A lejandro de H ales , 2 Glossa d 28, n.° 3 (recensio E) (II, 386-369). 141 Cf. A lejandro de H ales , 2 Glossa, d 24, n.° 14b (II, 216). 142 Cf. A lejandro de H ales , 1 Glossa d 1, n.° 8 (I, 10); 3 Glossa d 33, n.° 2 (III, 383).
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz