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EL SECRETO DE LA FILOSOFÍA DE EUGENIO D’ORS 379 fuese leída la última página»6, concluye. Ambas referencias podrían llevar a pensar erróneamente que El secreto de la Filosofía fue un entretenimiento veraniego, improvisado alegremente por Eugenio d’Ors para ocuparse cuando no tenía otra cosa mejor o más urgente que hacer. Nada de eso se ajustaría a la realidad. El secreto de la Filosofía es para d’Ors la culminación definitiva de todos sus trabajos en filosofía, a la que había prestado muchísima atención desde sus años de estudiante. El propio autor explica en la introducción (p. 25) que este libro es un trasunto fiel de las lecciones impartidas treinta años antes en Barcelona, en el curso 1917-18, y de las lecciones que dictó en Cór doba (Argentina) en 1921 y en Ginebra en 1933- De hecho, a lo largo de todo el grueso volumen van apareciendo una y otra vez, con mayor o menor referencia expresa a sus lugares de publicación ori ginal, casi todos los temas y problemas filosóficos sobre los que d’Ors estudió, trabajó y publicó a lo largo de toda su vida. A este respecto vale quizá la pena citar por extenso unas declaraciones del propio Eugenio d ’Ors en enero de 1948, al poco de aparecer El secreto de la Filosofía, en las que habla de la historia biográfica de este libro: «Medio siglo entero se cumple, desde el momento en que su autor, apenas bachiller entonces, diera una página, titulada «Para la síntesis», primer indicio de una vocación filosófica, grito de gue rra contra la esterilidad de la especialización positivista. Cuarenta años casi, desde sus iniciales manifestaciones públicas, los traba jos de crítica de la ciencia llevados, de estudiante, al tercer Con greso Internacional de Filosofía en Heidelberg; treinta, desde los comienzos de una enseñanza, que obligó a ceñir, en una sistema tización, elementalmente pedagógica por lo menos, las adquisi ciones de una formación, ya imantada, bien que todavía oscilan te. La orgánica estructura de sistema se alcanza ahora, pero se fijaba de antiguo. El autor, acaso, no lo sabía; pero lo sabía su Ángel, que le guardó desde muy pronto, en este capítulo, de la monografía circunstancial y de la exploración dispersa»7. Esta explicación resulta necesaria para advertir por qué El secre to de la Filosofía es — como lo califica Jardí— el libro capital de 7 E. d’Ors, «Declaraciones de autor», Finisterre, VI (1948), pp. 97-98.
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