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EL PATRIMONIO ESPIRITUAL DE LOS HERMANOS. 251 optado decididamente por la no elaboración de normativa concreta, como medio y estímulo para una fidelidad al precioso don de la castidad, y por la no especificación de la materia del voto. Escribía también en la colección OPI, 27, pp. 97-98: «Sin una maduración o suficiente equilibrio afectivo, condición imprescindi­ ble para la aceptación de la vida del grupo, es imposible una entre­ ga al valor sobrenatural que es el voto de castidad “que se expresa en ese acercar el Reino de Dios a su definitiva dimensión escatoló- gica. A través del voto de castidad las personas consagradas partici­ pan en la economía de la Redención mediante la libre renuncia a los gozos temporales de la vida matrimonial y familiar; por otra parte, precisamente en su ‘hacerse eunucos por el reino de los cie­ los’, llevan en medio del mundo que pasa el anuncio de la futura resurrección y de la vida eterna: de la vida de unión con Dios mismo mediante la visión beatífica y el amor que contiene en sí invade íntimamente todos los demás amores del corazón humano”». El capítulo doce, «Difusión y práctica de la fe», pudiera haberse constituido en una buena pantalla donde proyectar la nueva concep­ ción y visión que la Iglesia tiene y se da a sí misma de la tarea evan- gelizadora, entendida como obra o actividad misional específica, anun­ cio del Evangelio «a los pueblos y grupos que todavía no han conocido y creen en Cristo» y que constituyen los territorios de misiones. Este capítulo se subdivide en dos artículos: el primero describe el compromiso misionero de la Orden, el que exige y supone la pre­ sencia de tantos religiosos en países o tierras, llamados de misiones, en empeño también de implantación de la Orden o introducción del carisma franciscano-capuchino en las iglesias nacientes o emergen­ tes. Contiene una regulación de la denominada «obediencia misione­ ra», ciertamente estimativa de la vocación misionera, llamada y res­ puesta, pero, no obstante, necesitada de algunos ajustes equitativos. El segundo artículo: Vida de fe de los Hermanos, cuya vinculación con este doce capítulo puede extenderse igualmente a los restantes, no contiene norma alguna; recoge sencilla y limpiamente un conjunto de observaciones que orientan la vida de fe de los capuchinos y bus­ can ayudar el compromiso de fidelidad a la Iglesia y propia vocación. Los últimos números de las Constituciones parten y dan por adquirido y seguido el criterio de madurez que supone la acepta­ ción de unas disposiciones normativas; resultan un algo faltos de

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