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248 SATURNINO ARA la hospitalidad abierta a cuantos vengan a nuestras casas, donde se deberá acoger con la mayor caridad y socorrer en sus necesidades a todos, especialmente a los afligidos y desgraciados. La normativa del capítulo sexto, artículo II, orienta la vida de los hermanos en el mundo. Integran el artículo II cuatro números que, después de exponer la visión franciscana del mundo, hablan de la misión del capuchino en el mismo como levadura, como mensajero de paz y salvación y como testigo de esperanza, usando para ello unos conceptos dignos de elogio, los cuales expresan una actitud abierta y gozosa, reverencial, optimista y esperanzadora, algo que en otros capí­ tulos no ha aparecido con la misma claridad y decidida opción. El capítulo sexto, que contiene unas disposiciones legislativas traí­ das desde la experiencia de un pasado o tradición, expresa exigencias y realidades sentidas muy diversamente en los nuevos tiempos, en fuerza de una concepción de la fraternidad vista, ante todo, más como lugar del respeto a la persona y de sus valores, que como espacio de vida común, y no tanto por razón de unas disposiciones legales, sino del aprecio del don que supone el encuentro de personas comprome­ tidas con idéntico ideal, en nuestro caso el seguimiento de Cristo al modo de los apóstoles y en claves franciscano-capuchinas. El capítulo séptimo, «Vida de penitencia de los Hermanos», pre­ senta un conjunto de valoraciones que, partiendo de criterios tan actuales y válidos, como pueden ser el de la conversión, entendida como seguimiento reconocido de Cristo, se detienen en ofrecer apreciaciones deudoras del pasado, que hablaba de «hermanos de la penitencia» y de tiempos y modos de penitencia. Se incluye en este capítulo la recepción del sacramento de la Penitencia o recon­ ciliación, conclusión del proceso de conversión al Señor y del reco­ nocimiento de las propias fragilidades. En el mismo se esfuma la figura del capuchino con sus rasgos de austeridad: es verdad que se piden manifestaciones nuevas de esa austeridad o vida de penitencia, a las que es alérgico el hombre de hoy y, entre estos hombres, también el capuchino, habituado al confort alcanzado por la sociedad del bienestar y un modo de ser individualista y egoísta. Decíamos en la conclusión de nuestra reflexión en torno al capí­ tulo séptimo de las Constituciones que desearíamos para este capítu­ lo séptimo un enfoque y un clima más gozoso que el actual y una

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