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EL PATRIMONIO ESPIRITUAL DE LOS HERMANOS.. 245 eia cotidiana, y también el resto de disposiciones recogidas en los restante once capítulos y en la demás normativa particular: Ordena ciones, estatutos, reglamentos, etc. La ley fundamental técnicamente no coincide con la programa ción de vida, pero, en el caso de las Constituciones de los Capuchi nos, esta programación de vida, presentada en el primer capítulo, tiene visos de ley fundamental o base a la que deben ajustarse y responder el resto de disposiciones que, aunque audaces y creati vas, pluriformes, a un mismo tiempo, no se pueden ni deben alejar del cumplimiento y compromiso de fidelidad a la Regla y, más con cretamente, al propio patrimonio espiritual. El capítulo segundo, «Vocación y admisión a nuestra vida y for mación», se abre con una consideración en torno a la pastoral voca- cional: contiene las nuevas orientaciones en materia tanto de forma ción inicial como de formación permanente y da las normas que buscan hacer posible esa formación en el hoy, apta para vivir la lla mada o vocación a la vida capuchina. Un capítulo que tiene muy en cuenta la problemática vocacional, los requisitos necesarios para la admisión a la Orden o Fraternidad y la tarea formativa que, al parecer, resulta tratada deficientemente; en primer lugar, y aunque parezca contradictorio, por la abundancia y riqueza de la doctrina contenida en el mismo, más propia de otro lugar, y por la imprecisión normativa; en segundo lugar, por el enfo que mismo del proceso formativo, que requiere una continuada simul taneidad en la presentación de las etapas de formación inicial y de formación permanente. Y en tercer lugar, por la presentación de unos planes de formación para clérigos y no clérigos, a todos los cuales habrá que preparar para el desarrollo de una vocación carismàtica que se realiza, pero en la concretez de la misión que, para el consagrado franciscano-capuchino, es anuncio evangelizador desarrollado en y desde la fraternidad, para unos en vocación de clérigos y para otros de laicos, y para todos de consagrados. El capítulo tercero, «Vida de oración de los Hermanos», consi dera y trata con mimo el que puede y debe ser el elemento caracte rístico primero y principal del consagrado capuchino: la oración. La doctrina que se presenta como base y ayuda para unas pos teriores disposiciones normativas aparece más bien pobre. Se po drían haber reflejado de forma más abierta y bien claramente esas
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