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EL PATRIMONIO ESPIRITUAL DE LOS HERMANOS. 233 del actual, caracterizado por el principio de la libertad y del respe­ to de los derechos de la persona, lejos del positivismo de otros tiem­ pos que ponía la fuerza de la supervivencia del grupo y de sus valo­ res en el acatamiento de la normativa. Hablar hoy de obligación jurídica de las Constituciones es reconocer que el individuo, en nuestro caso el capuchino, habien­ do aceptado libre, reconocida y gozosamente el programa de vida ofrecido por la propia legislación, que es cumplimiento de la ley de Dios entendida como gesto de amor, seguimiento de Cristo y de las bienaventuranzas, se siente madura y decididamente com­ prometido con su realización. Una realización, ciertamente espiri­ tual pero concreta, es decir, realista y con exigencias de practici- dad, las propias de quien se siente ser social y viviendo en grupo, comprometido con la realización de un proyecto o programa de vida elaborado y ofrecido como simple ayuda o medio para con­ seguir el fin pretendido, seguimiento de Cristo en fraternidad, al modo de los doce. Obligación, ciertamente. Espiritual, desde luego. Legal, eviden­ temente. Porque el hombre moderno es distinto, dígase, si gusta, que sólo en teoría, pero lo es frente al del pasado. Y así aparece consecuente con el principio de que la aceptación de una progra­ mación le hace corresponsable de su logro y realización. Conscien­ te de que esa programación ofrecida por las Constituciones es de elevado rango espiritual, recurre a los medios espirituales, como pueden ser el reconocimiento del don de la llamada del Señor y la petición de ayuda. Pero hace algo más: al saber y reconocer que es programación de grupo, recurre a usar de sus capacidades hu­ manas, esas que le hacen capaz de responder noblemente, sin enga­ ños y egoísmos, a los compromisos de vida compartida. Fidelidad a la vocación, diríamos con el título de la constitu­ ción 186 , aunque añadiríamos, en la madurez de saberse y compor­ tarse como persona humana que es consciente de que toda progra­ mación espiritual debe ser realista y también práctica, elaborada desde y en respuesta a concretas exigencias cotidianas a cumplir con gozo, es decir espiritual y legalmente, con responsabilidad jurí­ dica y social, nunca con complejos ante un pasado y con la seguri­ dad que supone y requiere humildad y amor, como es la actitud ante el futuro que se sabe que puede y deber ser cambiante.

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