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230 SATURNINO ARA El hecho de haber transcrito una tan larga cita, no quiere decir que se esté de acuerdo con las afirmaciones del autor. Se han traí­ do esos párrafos con el fin de dar un toque de atención ante el peligro que corremos los cristianos, los religiosos y más particular­ mente los franciscano-capuchinos de dar la impresión y aparecer como un algo anti-progreso y de no saber apostar por un vivir en postmodernidad, es decir, en actualidad buena, el particular caris­ ma e identidad, y con el fin de que no se pueda deducir de la acti­ tud de los cristianos y consagrados lo que concluye el citado autor, hablando de ciertas comunidades africanas, «que nada hay más pro­ gresista que la tradición, ni nada más revolucionario que las cos­ tumbres conservadoras»12. El mismo y citado autor Sebrelli, al enjuiciar el fenómeno de la anunciada decadencia de occidente, tan profetizada, que fue final­ mente sustituida por la decadencia de Oriente, cuyo renacer había sido, en cambio, anunciado, reconoce y confiesa, al valorar sus inci­ dencias en la Iglesia católica y cristiana, que ésta es la única reli­ gión que resiste los embates del racionalismo 13. raciones detrás tiene más derechos que el más reciente; cualquier nacido en el lugar, que el extranjero inmigrante. Adorno, refiriéndose a Heidegger, habla de “supersti­ ción de las cosas primeras”. Lo que viene primero debe poseer por ello la máxima dignidad, la mayor verdad, tiene un sentido ontològicamente excelso, sublime. Lo primitivo es lo mejor porque los hombres poseyeron originariamente una verdad que perdieron, por culpa propia o por el destino. Esta preferencia por lo primero es la característica de todo integrismo o fundamentalismo, sea católico, protestante o islámico; la doctrina ha sido degradada, corrompida, desvirtuada, y la salvación está en volver a los orígenes. La idea de fundamento, es decir de base, nos remite inevitablemente al suelo, a la tierra. La atracción que ofrece el fundamentalismo consiste en arraigar en suelo firme, eliminando el temor de diluirse en el aire; encon­ trarse en un lugar conocido sin miedo a perderse. La vuelta al origen es una utopía reaccionaria; el pensamiento arcaico puede ser todo lo auténtico que se quiera, pero el retorno a lo arcaico es inautèntico por­ que no podemos olvidar lo que ya sabemos, la ignorancia no se aprende. Es una impostura pretender que los hombres civilizados del siglo xx puedan volver a com­ portarse como inocentes primitivos; del mismo modo que al adulto le es imposible volver a ser niño. Además, los auténticos hombres primitivos nunca se consideraron como tales. El pensamiento arcaico no es suceptible de repetición, precisamente porque es lo anterior, no puede venir después». 12 Ibidem, p. 267. 13 Ibidem, p. 254 ss.

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