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160 ENRIQUE RIVERA obra, Hombre y Dios, sobre nuestra relación de entrega al Ser Tras­ cendente: como último, le damos adoración; como posibilitante, súplica; como impelente, refugio. Felizmente estos tres momentos los enlaza con las tres virtudes teologales. Pero bíblicamente vivi­ mos la adoración ante la majestad divina —recuérdese el «Santo», «Santo», «Santo», del cap. VI de Isaías— . La súplica es más amistad en la compañía que tuvieron los discípulos de Emaús. Y si se nos incita a buscar en Dios refugio, es porque sentimos la inquietud agustiniana —interpretada por Zubiri de modo unilateral desde el fundamento—, por la que anhelamos estar definitivamente con Dios por haber sido por Él creados. Lo dicho basta para una recensión, que espero poder ampliar­ la. Ya al final me declaro obligado a X. Zubiri por haberme facilita­ do abordar estas altas reflexiones sobre metafísica religiosa. Y a D. Gracia mi reconocimiento por su obra tan incitante y madura. Quiere ser «voluntad de verdad». Comparto la idea y desearía cola­ borar a la misma. Bien se lo merece. Enrique R ivera Universidad Pontificia Salamanca

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