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REFLEXIÓN INICIAL SOBRE LA GRACIA 145 Son dos salvaciones por las que hay que comenzar a reflexio nar antes de hundirnos en el problema del pecado. Dos liberacio nes programadas en la mente y el corazón de Dios antes de la pre visión del pecado de los humanos. 4. EL AMOR ORIGINAL DEGENERADO Pero no todo salió como Dios había previsto en su misericor dia. En un tercer momento, y sólo en un tercer momento, hombres y mujeres creados por amor (liberados de la nada) y llamados a la felicidad plena (liberados de la creaturalidad) rechazan esta doble gracia y optan por rechazar la eternidad y la misma creaturalidad. Optan por la muerte, aunque no sean conscientes de las consecuen cias de su obrar. Aparece el pecado en la historia. Pero Dios, que es Amor Original, que es Misericordia Eterna, no se va a dar por vencido. Y planifica la tercera liberación, ahora sí, liberación del pecado. Dios nos invita a pasar de la situación de injusticia a la plenitud de justicia. El amor ha degenerado, y debe ser regenerado. Es una tercera faceta de gracia creada. Alcan za su sentido en el marco de la realidad de las dos primeras libe raciones, y nunca independientemente de ellas. Dios no se da por vencido. No hay pecado que le impida seguir siendo amor miseri cordioso, pues la misericordia se caracteriza precisamente por ser amor a fondo perdido, por amar aunque no obtenga correspon dencia, y ahí reside la grandeza del Señor, que no se deja vencer por el mal sino que vence al mal con el bien (cf. Rm 12, 21). «Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia» (Rm 5, 20). El misterio de la gracia nos desconcierta y nos desborda: «Dios ence rró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia» (Rm 11, 32). En la economía histórica que vivimos, la gracia, la voluntad sal- vífica universal, reviste una triple modalidad en cuanto nos libera de tres negatividades: de la nadeidad (por la existencia), de la crea turalidad (por la vocación a la eternidad) y de la injusticia (por el perdón de los pecados). La existencia es el argumento de que Dios me ama librándome de la nada. Es la gracia de vivir.
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