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REFLEXIÓN INICIAL SOBRE LA GRACIA Hemos oído hablar de la gracia. Podemos tener un concepto vulgar de lo que significa, comprender los diversos usos que recibe en el lenguaje corriente, pero para fundamentar un tratado teológi­ co se necesita algo más. Lo que ocurre es que una definición precisa no es el punto de partida. Después de toda la reflexión teológica, se puede aquilatar el concepto. La definición de Gracia es más bien punto de llegada. No obstante, podemos aventurar una hipótesis, y luego verificar si ésta es acertada, si tenemos que corregirla, y llegar a la conclusión de una tesis, que será el resultado de nuestra investigación \ Algunos insisten en el papel central del pecado (hamartiocen- trismo) y otros en la dimensión cristiana (Cristocentrismo); hay quie­ nes destacan la iniciativa divina, y quienes insisten en la colabora­ ción humana; se suele oponer el señorío de Dios y la libertad del hombre; divinización y humanización; salvación trascendente y libe­ ración histórica; también aquí tienen lugar diversas concepciones de lo místico y de lo ascético. Son modalidades que iremos viendo a lo largo del desarrollo histórico del tema. En un esfuerzo de síntesis personal, yo pondría la clave para entender el término «Gracia» en algo muy sencillo: «Lo que es bueno para otro». Con esta frase quiero aludir a dos elementos esenciales: «bondad y alteridad». 1 A título de ejemplo, José Antonio G alindo , Compendio de la Gracia, Valen­ cia, Edicep, 1991. Centra el sentido de gracia en el concepto de «expresión». José Ignacio González Faus, Proyecto de Hermano, Santander, Sal Terrae, 1987. Insistencia en la fraternidad; Leonardo Boff, Gracia y liberación del hombre, Madrid, Cristiandad, 1980. El acento recae en la idea de «liberación». Ese mismo enfoque tiene K. Rahner, La gracia como liberación, Barcelona, Herder, 1972; E. Schillebeeckx, Cris­ to y los cristianos (Gracia y liberación), Madrid, Cristiandad, 1982; C a pd ev ila i Mon- taner, Liberación y divinización del hombre, Salamanca, Secretariado Trinitario, 1994. Refuerza la idea de liberación con la de la divinización; Gelabert Ballesteros, en cam­ bio, se centra en la humanización en su libro Salvación como humanización, Madrid, Paulinas, 1985. Esta idea la subraya también J. L. Segundo, Gracia y condición huma­ na, Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1969; J. L. Ruiz de la Peña insiste en el carácter de don, gratuidad: El don de Dios, Santander, Sal Terrae, 1991. Todos estos aspectos son verdaderos y no se deben contraponer. Son comple­ mentarios y han de ser retenidos, pero jerarquizándolos.

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