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LA «FIGURA» DEL HIJO DEL HOMBRE 109 humillado y escarnecido. El hombre presentado por Pilato es para los lectores del evangelio su Señor y su Dios. Es evidente que, al hacer dicha presentación, Pilato no pensaba en nada de eso. Sus palabras, más allá de la piltrafa humana que tenía delante y que se presentaba con unas pretensiones demenciales, ofre­ ce a los videntes-interlocutores enfurecidos, tienen una carga teológica conferida por el evangelista cuya intención va mucho más allá de la materialidad utilizada para expresarla. Es su procedimiento habitual. En el Hombre se halla subyacente, al menos con gran probabili­ dad, el mito judío o helenista del hombre celeste, del hombre primi­ genio, del Urmensch, que parece vinculado a la expresión «el Hijo del hombre». Este hijo del hombre es el mediador entre el cielo y la tierra, el camino que comunica ambos espacios, y gracias a quien lo recorre, subiendo y bajando, el conocimiento y la vida sobrenaturales son tras­ ladados y comunicados al mundo de los humanos. Es la comunica­ ción fantásticamente descrita en la visión de Jacob (Gen 28, 13: los ángeles que suben y bajan sobre él y que ahora lo hacen sobre Jesús, el Hijo del hombre 0n 1, 51). El cuarto evangelio empalma con el pen­ samiento apocalíptico del hijo del hombre, que consideraba esta figu­ ra como un ser celeste que, al bajar a la tierra el último día, establece­ ría el contacto entre el cielo y la tierra. Sobre esta especulación mitológica del hombre primigenio, arquetípico celeste, y reflexionando sobre el significado de la encar­ nación, Juan ve en Jesú s al Hijo del hombre que no actúa única­ mente en el momento último, no es una figura puramente apocalíp­ tica, sino que se constituye en el contacto eterno entre el cielo y la tierra, entre Dios y el hombre y utiliza la escalera y la subida y baja­ da de los ángeles por ella para expresar esta id ea4. Otros autores, sin embargo, consideran dudosa e improbable e incluso rechazable esta influencia del mito antiguo. Después de exponer el estado de la cuestión, Mateos-Camacho, en su reciente monografía sobre el Hijo del hombre, resumen así la cuestión en este punto: «Se ha abandonado prácticamente la teoría de que existiese en las culturas orientales una figura mítica de “el Hom- 4 C. K. B arret , The Gospel according to St. John. An Introduction with Com- mentary and Notes on the Greek Testament, London 1967, pp. 450.60-61.

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