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LA «FIGURA* DEL HIJO DEL HOMBRE 133 En suma, no es sólo factible sino básico abordar el problema del hijo del hombre en su uso sinóptico como una frase nada ambi­ gua ni chocante utilizada siempre sólo por Jesús. Pero el paso preli­ minar, como siempre en este campo, habrá de ser un minucioso análisis de su uso fuera de los evangelios 53. Abrimos este punto con el interrogante siguiente: en el intento de buscar los secretos a la autodesignación de Jesús como Hijo del hombre, ¿debe partirse de los textos evangélicos para situarlos des­ pués en su Sitz im Leben, que nos ofrecería la clave interpretativa de los mismos, o se impone el camino inverso: partir del S itz im Leben o del contexto cultural para la comprensión de los textos evangélicos? En el primer caso buscaríamos ayuda fuera de los evan­ gelios para su comprensión. En el segundo cuestionaríamos no sólo la interpretación de los textos evangélicos sino los textos mismos en cuanto a su originalidad y sentido. ¿Partimos de las fuentes o vamos al manantial que las hace surgir? Es más productivo partir de los textos evangélicos para com­ prenderlos dentro de su contexto teniendo en cuenta las resonan­ cias religioso-culturales del ambiente judío del siglo i después de Jesucristo. Después de este análisis preliminar será posible enfren­ tarse con la cuestión de las relaciones existentes entre la fórmula «hijo del hombre» y Jesús en el plano histórico y valorar su significa­ do para la interpretación de su persona y de su proyecto54. El contexto socio-cultural en el que surgió la expresión Hijo del hombre fue el texto de Dn 7, 13. Éste fue el manantial del que brotaron distintas fuentes. Teniendo esto en cuenta, ¿qué grado de influencia tiene el texto de Daniel en los textos evangélicos sobre el Hijo del hombre? Una vez más nos referimos a G. Vermes, cuyo estu­ dio en este sentido ha dado el resultado siguiente: 1.°) El título Hijo del hombre no tiene ninguna relación con Daniel en los casos siguientes: — En Me 2, 10: el Hijo del hombre tiene poder de perdonar los pecados; en este caso la expresión es utilizada como una paráfrasis. 53 G. V erm es, o . c ., pp. 172-173. 54 R. F abris , Jesús de Nazaret. Historia e interpretación, Sígueme, 1985, p. 195.

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