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132 FELIPE F. RAMOS «Yo tengo la teoría de que esas tradiciones tan tempranas manejaron, entre otros, ciertos textos en los que Jesús hablaba del «hijo del hombre» en sentido genérico o indefinido, y que habría sido el manejo de esos textos lo que habría facilitado el paso de Jesús de juez apocalíptico, según el modelo de Dn 7, 13, a Hijo del hombre, siempre según este modelo»50. Lo importante es admitir, como esencial punto de partida, que Jesús empleó esta designación y se la aplicó a sí mismo. Una vez que el título genérico pasó a título cristológico, como consecuencia de lo que hemos llamado el punto neurálgico, fue aplicado a todos los ámbitos exigidos por una cristología desarrollada. 5.4. La tercera de las paradojas que descubre G. Vermes 51 en el título «Hijo del hombre» es la curiosa falta de impacto de la expresión en los contemporáneos de Jesú s (las dos primeras pa­ radojas son: su limitación a los evangelios y el exclusivismo de su uso por Je sú s). Todo el mundo la entiende; no tiene ningún sentido esotérico: «Lejos de ser tratado como un misterio, el más problemático de todos los problemas del NT, no hay huella algu­ na en Mt, Me o Le, de cualqu ier disputa o pregunta respecto a su significado ni de ob jeción alguna a la legitimidad de su uso. J. Collins defiende lo contrario: «No se trata de un ep íteto muy conocido». La única aparente excepción es Jn 12, 32: en dicho texto se pone de manifiesto el papel mesiánico de Jesús. El estudio del con­ texto nos lleva a la conclusión siguiente: «Hijo de hombre es una autodesignación, y la duda que manifiestan los que preguntan “¿Qué hijo del hombre es ése?” (Jn 12, 32) 52 nace de la unión de dos ideas que mutuamente se excluyen, según pensaban los judíos que pre­ guntan a Jesús: cristeidad y muerte por ejecución». 50 J. D. C ro s s a n , o . c ., p. 302. 51 G. V erm es, o . c ., p. 172. Y añade la nota siguiente que, por su interés, repro­ ducimos: «De hecho sigue siendo válido lo que Julius Wellhausen escribió hace setenta años: Jesús utiliza la expresión sin ningún sentido esotérico, no sólo frente a sus discípulos y, sin embargo, nadie encuentra la frase extraña ni pide una explica­ ción. Todos dejan pasar el hecho sin sorprenderse, ni siquiera los fariseos quisqui­ llosos... que no estaban acostumbrados a aceptar algo ininteligible». 52 La frase la hemos tomado de C rossan en la p. 287.

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