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LA «FIGURA» DEL HIJO DEL HOMBRE 131 5.3. Si la designación fue puesta en labios de Jesús sin que Él la hubiese utilizado, esto debió ocurrir en el tiempo de la reflexión cristológica más intensa: en los primeros años o en las primeras décadas de la muerte-resurrección de Jesús. De hecho se halla en los diversos estratos y fuentes de la tradición evangélica: triple o doble tradición, Mat, Le y Juan. En todos aparece ya como título cristológico. Más aún, creemos que es el título cristológico más importante. Ningún otro título dado a Jesús por la primitiva Iglesia ha desplegado una historia tan extraña en la que la tradición ecle- sial haya expresado su fe con tanta profundidad y complejidad. ¿Por qué una vez que fue «creado» con tanta reflexión, esfuerzo e ilusión, partiendo de cero, fue puesto en labios de Jesús para desa­ parecer tan pronto sin dejar prácticamente vestigio alguno en el resto del NT? ¿Por qué algo que fue creado por la Iglesia, «por la actividad midrásica de la Iglesia primitiva o de la teología de los redactores» fue eliminado radicalmente de la praxis eclesial y quedó circunscrito al ámbito de los evangelios? No podemos encontrar ni creemos que exista otra razón de este «respeto evangélico al título Hijo del hombre» distinta de su origen o procedencia: fue Jesús quien la utilizó. Contamos, evidentemente, con que la designación Hijo del hombre corrió la misma suerte que otras palabras, parábo­ las, sentencias, enseñanzas... de Jesús: fueron sometidas a nuevas formulaciones o aplicaciones, ampliaciones, multiplicaciones, omi­ siones o adiciones... Esto en nada invalida la autodesignación de Jesús como Hijo del hombre. 5.3. Dentro de la distancia que nos separa de Él estamos de acuerdo con el profesor Crossan, en alguno de los rasgos de su sin­ ceridad desbordada. Nos referimos al reconocimiento del «hijo del hombre» utilizado por Jesús en sentido genérico con la evolución que experimentó posteriormente, aunque dudo mucho que él admi­ ta lo que yo he considerado como el punto neurálgico: «... el epíteto “el Hijo del hombre” aplicado al juez apocalípti­ co no procede de Jesús, ni siquiera de la voz común de las pri­ meras comunidades cristianas». «No obstante, su entrada en la tradición se produjo en época muy temprana, como demuestra su presencia con carácter inde­ pendiente en el Evangelio de los dichos Q, en el de los hebreos y en el de Marcos».

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