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128 FELIPE F. RAMOS recogidos por la confesión pascual de los cristianos. Estos títulos procedían ya, evidentemente, de la tradición prepascual acerca de Jesús y fueron afirmados y utilizados por Jesús mismo. Atribuir exclusivamente estos predicados a la comprensión postpascual y a la fe de la comunidad equivaldría a hacer que fuera incomprensible históricamente el camino de Jesús y con él su pasión»41. Los títulos cristológicos en cuanto tales son siempre fruto de la reflexión creyente hecha por las cabezas pensantes de la Iglesia ori­ ginal en orden a presentar al Señor en toda su dimensión a la fe de los creyentes42. 3.a) Las fórmulas cristológicas no fueron fruto de la pura y des­ nuda especulación teológica de gabinete. No partieron de cero. Sur­ gieron como fruto de la reflexión sobre el pasado de Jesús, teniendo su punto de partida en la resurrección. Fue la resurrección personal de Jesús la que resucitó el pasado de Jesús. Y la resurrección del pasado de Jesús tuvo como consecuencia la reflexión cristológica, que cuajó en unos títulos que seguimos utilizando hoy porque ellos traducen el significado de Jesús de Nazaret. Dicho de otro modo, la cristología supone la jesuología y aquélla no existiría sin ésta. Toda cristología que no tenga como base de lanzamiento, como platafor­ ma estable y firme, la jesuología derivará necesariamente hacia una ideología absolutamente aérea, incontrolable y fruto de un subjetivis­ mo absoluto: «... siempre habrá distintos «Jesús históricos» y siempre habrá distintos Cristos creados sobre la imagen de aquellos»43. Esta «última» interpretación tiene sus antecedentes en las corrientes «gnós- ticas» recogidas ya en la primera carta de Juan, con claras alusiones a las mismas en el cuarto evangelio. 4.a) El problema, grave problema sin duda, es pasar de Jesús a Jesucristo, del Jesús de Nazaret al Cristo de la fe. Dicho de otra manera: ¿cómo la jesuología llegó a cristología o cómo pudo ésta apoyarse sobre aquélla? Creo que éste es el punto neurálgico de la cuestión. Por eso repetimos aquí una frase ya formulada en el punto anterior: fue la resurrección personal de Jesús la que resucitó el pasado de Jesús. Fue este acontecimiento el que hizo que las desig- 41 P. S tu h lm a c h e r , Jesús de Nazaret-Cristo de la fe, Sígueme, 1996, p. 43. 42 Friedrich L a n g , Profétes, en TWzNT, VI, p. 849. 43 J- D. C r o s s a n , o . c ., p. 485.

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