PS_NyG_1998v045n001p0107_0135

124 FELIPE F. RAMOS que distinguir una fase «jesuológica» y otra «cristológica». De ahí la necesidad de distinguir Q l, Q e incluso Q2, al menos para muchos autores y comentaristas. 3.5. La reconstrucción histórica concreta podría ser la siguien­ te: un grupo de judíos, p roceden tes de Galilea en su mayoría, aceptaron a Jesús y sus enseñanzas. Le consideraron como profeta y como anunciado r de la salud futura. Su muerte fue entendida como la de un mártir, la que correspondía a los mensajeros de Dios y, en consecuencia, tuvo lugar en Jerusalén (Le 13, 34). Pero este grupo, cuya fe se halla reflejada en Q l, no aceptó la predicación sobre la resurrección de Jesús ni su identificación con el Hijo del hombre; no lo aceptó como el Señor y el Cristo. Nada de particu­ lar, por otro lado. En la historia de los orígenes del cristianismo y en las épocas posteriores, incluida la nuestra, tenemos ejemplos claros de un entu­ siasmo inicial por Jesús que no llega a cuajar en la confesión ade­ cuada de la fe cristiana. El mismo evangelio de Juan, el de la «alta» cristología, nos ofrece vestigios suficientes de esta fe incipiente e insuficiente a la que nos estamos refiriendo. Por dos veces se habla de Jesús como el hijo de José, del conocimiento que los judíos afir­ man tener de su familia. Sólo en fases ulteriores se alcanza la «alta» cristología. 3.6. El evangelio de Marcos, hacia el año 75, intentó estable­ cer un puente entre este grupo de cristianos «incipientes» y el cris­ tianismo «total». Con este fin acep tó en su evangelio, em inen te­ mente cristológico y determinado por el kerygma de la pasión, una buena parte del material existente en Q l. Probablemente este pri­ mer intento de acercamiento tuvo éxito. En vista de ello se llevó a cabo la revisión y redacción de todas las tradiciones recogidas en Q l. No puede excluirse que este esfuerzo fuese llevado a cabo por el mismo autor del evangelio de Marcos. En todo caso, Mar­ cos y el redactor último de Q pertenecen a la misma escuela. De este modo, Q se convirtió en el «complemento» de Marcos y pre­ supone su evangelio. No puede hablarse, por tanto, de una exis­ tencia autónoma e independ ien te de Q en la vida de la comuni­ dad cristiana. No puede afirmarse que Q fuese una especie de manual para la enseñanza cristiana. La «independencia» sólo puede afirmarse en relación con Q l en el sentido ya expuesto. En esta

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz