PS_NyG_1998v045n001p0107_0135

LA -FIGURA» DEL HIJO DEL HOMBRE 123 de ahí las predicciones de la Pasión típicas suyas y que, naturalmen­ te, influirán en Mt y Le. El aspecto de futuridad y su venida en las nubes con clara influencia apocalíptica. 3.°) Mayor importancia, pero desde distintos aspectos, destaca la fuente Q, en sus diversas ediciones que se hallan reflejadas en Mt y Le. Merecen especial relieve los puntos siguientes: 3.1. En el texto de Q1 (anterior a lo que comúnmente llama­ mos la fuente Q) no existe todavía la identificación de Jesús con el Hijo del hombre. Una serie de textos apuntan en esta dirección: "... a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre» (Le 12, 40 y par.). Como el rayo relampaguea y fulgura desde un extremo al otro del cielo, así será el Hijo del hombre en su día» (Le 17, 24 y par.). "... así será el día en que el Hijo del hombre se revele» (Le 17, 30 y par.). 3.2. La lengua de Q1 es aramaizante; su horizonte geográfico es Palestina, y en particular Galilea (remitimos a las afirmaciones de G. Vermes, recogidas en el primer apartado del artículo); no tiene horizontes universalistas; no hay discípulos de Jesús en sentido estricto, o al menos no son llamados así; no se hace referencia algu­ na al grupo de los Doce. 3-3. La segunda fase, que se halla reflejada en nuestra Q tal como hoy nos es conocida a través de Mateo y Lucas, tiene un inte­ rés primariamente cristológico. La presentación que hacía Q1 tanto de la persona de Jesús como de su obra y enseñanzas se quedaba muy corta. Entonces se llevó a cabo una nueva revisión con su correspondiente redacción. Este redactor y reelaborador de Q1 llevó a cabo su tarea estableciendo la identificación de Jesús con el Hijo del hombre. Éste es el aspecto dominante que hoy nos ofrecen los textos. Jesús es identificado también con el dueño de la casa que, en la parábola, sustituye al título de Hijo del hombre: «Una vez que el amo de casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta...» (Le 13, 25-26). 3.4. Detrás de Q existió una comunidad que tuvo su lugar pro­ pio en el cristianismo primitivo. En ella se refleja una concepción teo­ lógica distinta a la expresada en el kerygma de la pasión. En Q hay

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz