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LA «FIGURA» DEL HIJO DEL HOMBRE 121 der a contemplar los evangelios canónicos, en la forma que tenían antes del año 180 de nuestra era, con los mismos criterios con los que contemplamos los apócrifos»32. Planteada la cuestión como lo hace Crossan, no habría dificul­ tad en aceptar la opinión de R. Leivestad: «El Hijo del hombre apo­ calíptico es una invención de la teología moderna»33. Insistimos en lo relativo al manantial original y originante que nosotros llamamos Tradición, la tradición apostólica, y sus únicos representantes fidedignos que debieron ser testigos del Jesús histó­ rico y del Cristo de la fe (Hch 1, 15 ss.). Dicha Tradición fue impla­ cable en el sentido de su fidelidad. (Recuérdese, por ejemplo, la visita de Pedro y Juan a Samaría: visita de auténtico control «doctri­ nal», la presencia de Bernabé en Antioquía, las cartas paulinas en su polémica «furibunda» frente a otras fuentes... y el principio funda­ mental de la ortodoxia eclesial en su fase primera: «lo que oísteis desde el principio...». Lamentamos sinceramente el calificativo de «ignorantes» aplica­ do por Crossan a los que no siguen su método: «... se nos plantea el problema de la reconstrucción. La presente obra es la reconstruc­ ción de un estudioso. Pero, al fin y al cabo, ¿qué tiene que ver la reconstrucción erudita con la fe de la Iglesia? ¿Qué tiene que ver la universidad con la Iglesia?» (¡sic!) M. Aunque Jesús pudo haber utilizado la expresión «hijo del hom­ bre» en sentido genérico o indefinido y, entrando en el proceso de la evolución, que de ahí pasase a significar el Jesús como juez esca- tológico y como Hijo del hombre según el modelo de Dn 7, 13, es­ to no dignificaría en absoluto la cuestión, ya que por el método empleado siempre habrá distintos «Jesús» históricos, siempre habrá distintos Cristos creados sobre la imagen de aquellos, aunque la estructura del cristianismo será siempre la misma: Nuestra visión del Jesús de entonces es la del Cristo de ahora. Y esta afirmación hay 32 J. D. C r o s s a n , o . c ., p. 487; la frase entrecomillada es, en realidad, de François Bovon, pero el profesor Crossan la hace suya. 33 R. L e iv e st a d , Der apokalyptische Menschensohn ein theologisches Phan- ton..., 1968, p. 101. 34 J. D. C r o ssa n , o . c ., p. 486.

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