PS_NyG_1998v045n001p0107_0135

120 FELIPE F. RAMOS Este desastre de la tercera fase «es la distinción absolutamente desafortunada entre los pecados contra Jesús en su calidad de Hijo del hombre, que serían perdonables, y los pecados imperdonables de todo punto contra el Espíritu Santo. Y el Evangelio de Tomás, 44 habría acabado de complicar la situación al convertir la frase en una fórmula trinitaria de pecados perdonables contra el Padre y el Hijo y pecados imperdonables contra el Espíritu Santo30. Por último, el término objeto de nuestro estudio amplió el radio de acción hasta ser aplicado a Jesús también en su papel de Hijo del hombre celestial que ha de venir en el futuro y así se produje­ ron nuevos desarrollos relativos a su ministerio terreno y a la Pasión y Resurrección. El título de este apartado queda sin justificar en su totalidad. Sólo hemos hablado de las fu en tes y muy parcialmente. Nada hemos dicho acerca del manantial. La pluralidad de fuentes (Crossan, en el apéndice I, p. 489-495, enumera hasta 52, 29 de las cuales son extrabíblicas, con una auto­ ridad más que discutible en la mayoría de ellas) sirve para hacer un estudio de un personaje de la antigüedad cuyas características son reconstruidas desde el acarreo de un material difícilmente fiable. Es un ejercicio más o menos brillante de lo que hoy se llama «análisis de textos». Buen ejercicio para el alumnado de cualquier disciplina que tenga que ver con el conocimiento y la reconstrucción de la antigüedad sobre la base de dicho análisis. No creemos que sea éste el caso de Jesús de Nazaret. Más allá de las fuentes debe existir el manantial que las hizo brotar. Y a ese manantial original y originante apenas hace alusiones veladas el señor Crossan, como es el caso del Evangelio d e los dichos Q, que poseía, cuando menos, un elemento tradicional en el que Jesús hablaba del «hijo del hombre»... o a propósito del «complejo» El Señor y el S áb ad o : «... si ahora utilizo este texto, es únicamente como texto tradicional conocido por Marcos»31. Conceder el mismo valor a todas lasfuentes, ciertas, posibles, imaginables... nos parece injustificado. Anoser que «debamos apren- 30 J. D. C ro s s a n , o . c ., p. 306. 31 J. D. C rossan , o . c ., p. 304.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz