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LA «FIGURA» DEL HIJO DEL HOMBRE 117 2.°) Delante d e los ángeles (el punto de referencia para el lec­ tor debe ser Le 12, 8-9; Mt 11, 32-33, atribuidos por Crossan a Q l, al que suma otras fuentes, entre ellas 2 Clem III, 2 y 2 Tim 2, 12b). Lo mejor de este «complejo» es la modificación del texto para armo­ nizar las divergencias de las diversas fuentes. El texto quedaría así: «Todo el que me confesare delante de los hombres será confesado delante de los ángeles de mi Padre. El que me negare delante de los hombres será negado delante de los ángeles de mi Padre» (reconstrucción del Evangelio de los dichos Q 12, 8-9) 24. Cuando me he referido a lo mejor de este «complejo» yo me esta­ ba preguntando por la autoridad que alguien puede tener para modi­ ficar un texto intentando eliminar las divergencias entre las diversas fuentes y su origen en el proceso seguido. Esto puede hacerlo el señor Crossan dado el escaso respeto que el texto sagrado le merece en comparación con «las fuentes» de las que ha surgido. 3.°) Conocer el peligro. El Señor sería como el ladrón. Esto sig­ nifica que la expresión Hijo del hombre se introdujo en esta rama de la tradición por mediación del estrato apocalíptico del Evangelio d e los d ichos Q. 4.°) Jesú s se revela a San tiago. Creemos que dicho comple­ jo está absolutamente injustificado. Crossan aduce tres fuentes y la única en la que aparece la expresión es el E v an g elio d e los hebreos, 7. 5.°) La señ a l p ed ida, a la que responde Jesús con la de Jonás (Mt 12, 40; Le 11, 30) es absolutamente creación de Mateo; Lucas «habría conservado la explicación que originariamente daba Q» y, en la explicación de dicha señal, convergen la «comparación escato­ logica (R. Edwards) y la de D. Schmidt sobre la «comparación profè­ tica»; y, según Crossan, el Evangelio d e los dichos Q adoptó la com­ paración profètica y la convirtió en com p a ración esca tològ ica con el fin de desarrollar el advenimiento de Jesús como Hijo del hom­ bre v en g ad or25. 24 J. D. C ro s s a n , o . c ., p. 295. 25 J. D. C r o s s a n , o . c ., pp. 299-300, en la última de las cuales repite por tres veces el calificativo de «vengador». Ésta es la razón por la que hemos subrayado el calificativo, aunque es posible que, para el autor, no tenga un sentido tan peyorati­ vo como nosotros podemos descubrir en él.

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