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94 JUAN JOSÉ GONZÁLEZ ESTÉVEZ do un día en el oratorio via una imagen... Era de un Cristo muy lla­ gado, y tan devota, que en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía: y arrojándome cabe él con grandí­ simo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez, para no ofenderle»172. El acontecimiento particular se convierte en un cambio de acti­ tud espiritual. Después de la «Noche oscura», «comenzó su Majestad a darme muy ordinario oración de quietud, y muchas veces de unión, que duraba mucho rato. Yo, como en estos tiempos habían acaecido grandes ilusiones en mujeres y engaños que las había hecho el demonio, comencé a temer, como era tan grande el deleite y suavi­ dad que sentía, y muchas veces sin poderlo excusar; puesto que veía en mí, por otra parte, una grandísima seguridad que era Dios, en especial cuando mejoraba y con más fortaleza»173. Teresa experimen­ ta como fortaleza y seguridad a Dios. Deja de ser misterio, lejanía, para presentarse Dios cercano, personal, íntimo. Y esto transforma todo su ser hasta sentir necesidad de hacer brotar como de una fuen­ te la fuerza interior que la inundaba y motivaba: «querría bebiesen los otros, pues a ella no le falta, para que le ayudasen a alabar a Dios» 174. Esta fuente, metáfora mística, aumentará cada vez más su caudal hasta llegar a ser un mar, en el que se sentirá sumergida. Y esta experiencia se vierte en energía e impulso transforma­ dor. Lo que parecía un quedarse ensimismada en Dios se torna vuel­ ta al hombre, señal que la experiencia une al hombre con Dios y viceversa. Su vida, transformada por la experiencia, se realizará total­ mente en la Reforma del Carmelo, de la Iglesia y de la sociedad de su tiempo. La gran obra apostólica desarrollada nace de su inteli- cuando, después de un período de alejamiento, experimenta que no era fiel a la voz de la conciencia y , por tanto, que no había experimentado las gracias de unión y de quietud (cf. A. M. L ó p ez , Experiencia de fe en Teresa de Jesús, Narcea, Madrid 1981, 33). 172 S a n ta T e re s a de Je sú s, S u vida, Espasa-Calpe, Austral 372, Madrid 1971, 6.a ed., 55. 173 Ib., 128. 174 Ib., 173.

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