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APROXIMACIÓN A EDITH STEIN. 77 comenzó antes del siglo xx... No podría citarse una sola idea que no se destaque sobre el fondo de las míticas y de las religiones. El concepto más depurado sigue advirtiéndose a una ganga imaginati­ va, que queda como el único testigo de su pertenencia al género humano... El hombre — continúa Duméry— no conoce la naturaleza sino humanizándola, y no conoce más que una naturaleza ya huma­ nizada» De aquí Duméry concluye que es preciso ponerse «ante el hecho del lenguaje, ante el hecho de los grandes mitos colectivos, ante el hecho de las artes, de las ciencias y de las religiones. Estu­ diarlos, analizarlos y juzgarlos es la tarea del filósofo»128. En esta misma línea, Martín Velasco 129 nos dice que «sin igno­ rar las diferencias fenomenológicas entre filosofía y religión y sin pretender recuperar para la religión la actitud filosófica, es posible relativizar las conclusiones teístas o ateas de las filosofías y pre­ guntarse si en la actitud y en la actividad filosófica no puede estar expresándose, para algunos filósofos, una actitud de trascendi- miento homologa a la que el sujeto religioso expresa en al afirma­ ción de Dios» 13°; por ello, desde el diálogo y la reflexión, la Filo­ sofía, los filósofos, independiente de la fe, como aceptación personal, pueden ayudar a iluminar el sendero de lo trascendental, de lo religioso: El ejercicio pleno de lo humano que todos perseguimos com­ porta, incluso para muchos que ignoran o rechazan lo que deter­ minados creyentes llamamos «.Dios», la presencia, la aceptación y el ejercicio de alguna forma de trascendencia, y que ese hecho permite un diálogo de los sujetos que se dicen religiosos con los que dicen no serlo, en el que todos somos invitados a decir los nombres, a expresar las figuras de la realidad insinuadas en esos movimientos de trascendimiento —y que siempre remiten a lo último, lo valioso por excelencia — , con la seguridad de que 128 Cit. en V. M a r tín , o . c ., 46. 129 M artín V ela sc o , nacido en Santa Cnuz del Valle, Ávila, 1934, nos presenta la mejor fenomenología que tenemos de un autor español. Su talante es eminente­ mente sistematizador, de ahí su prolija bibliografía. Entre la que destaca su obra prima, que supuso su lanzamiento como fenomenólogo: Introducción a la fen om e­ nología de la religión (1973). 130 J. M artín V ela sc o , «Dios en el universo religioso», en Cuadernos F y S 35/36 (1996) 42.

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