PS_NyG_1998v045n001p0007_0106

10 JUAN JOSÉ GONZÁLEZ ESTÉVEZ trarse con el hombre, ser personal, ser en el mundo, ser abierto a unos valores. La fe, descubierta a través de Teresa de Jesús, le abre a nuevos horizontes. Santo Tomás le aproximará después a la ver­ dad divina. El hombre, conocido en el primer momento fenomeno- lógico, se descubre ahora limitado, finito, necesitado de eternidad, de Dios. De la amistad con los primeros fenomenólogos del capítulo anterior pasa a una aprehensión de las ideas que a ella verdadera­ mente le seducen: «a las cosas en sí mismas» de Husserl, «la luz de la trascendencia» de Reinach, «el hombre como problema» y «los valores» de Scheler, así como «la verdad como culto divino» de Santo Tomás. Descubriremos, en definitiva, a la aprendiz de filó­ sofa, maestra de fenomenología, doctora de la empatia con lo ver­ dadero. El tercer capítulo nos acerca a Edith convertida, transformada, seducida por la verdad divina. La vida sin Dios, sin transcendencia, de los años anteriores se abre al conocimiento de los fenómenos religiosos; va hacia ellos con un acercamiento empático. Busca la verdad y racionalidad de lo religioso desde las experiencias. La razón filosófica se quiebra ante la experiencia de lo «numi- noso», de lo «totalmente otro», que se presenta en un lenguaje sim­ bólico. Los pasos dados por Edith, el proceso de su experiencia del Dios cristiano, al igual que en Teresa de Jesús y en Santo Tomás, es conocimiento de sentido, conocimiento interior. La única racionali­ dad de esta experiencia brotará en la transformación personal ope­ rada, en la lucidez nueva con que adorna su vida, en la fuerza des­ conocida que la hacen valiente en las pruebas. Una serie de conclusiones y reflexiones personales, además de la bibliografía utilizada y otra de ampliación, completan este trabajo. Comencemos el camino.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz