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34 JUAN JOSÉ GONZÁLEZ ESTÉVEZ encantada de este primer encuentro y muy agradecida. Me parecía que no había encontrado nunca una persona con una bondad de corazón tan pura. Me resultó de lo más natural el que los allegados y amigos que le conocían de tiempo le profesaran un gran cariño; tenía ante mí algo completamente nuevo»43. La figura de Reinach supuso para Edith una verdadera provo­ cación. Su tranquila seguridad y bondad contrastan con la joven uni­ versitaria, que dudaba de sí misma y que se encontraba absoluta­ mente confundida por tantas impresiones nuevas. En el cam ino de búsqueda de Edith, la relación con Adolf Reinach supuso su toque de seguridad, de serenidad y sobre todo de fe. En 1917 el joven Reinach, que se había enrolado en el ejér­ cito tiempo antes, cae en los campos de batalla de Flandes. Edith experim en tó una gran tristeza, y pensaba en su mujer Anna. Desde Góttinga le llegó el encargo de la puesta a punto de su herencia filosófica. Edith aceptó, pero lo que más temía era vol­ ver a ver a la viuda, pensaba que su interior estaría destroza­ do: Reinach, el punto central del círculo de Góttinga junto con Husserl, ya no estaba. El temido encuentro se convirtió, sin embargo, en uno de los momentos más dichosos de la vida de Edith. La esposa, a pesar de su inmenso dolor, se sentía llena de una fe victoriosa, robusta. Ante esta experiencia, los argumentos racionales de Edith Stein se que­ braron. Supuso el primer contacto de Edith con la Bondad y la cruz cristiana. 3.4. H edw ig C o n ra d -M artius La amistad era el lazo fuerte de unión entre estas dos fenome- nólogas, así lo decía la misma Hedwig: «Era lógico, pues, que entre nosotros tuviésemos amistad, sin importar cuál era el origen, la raza o la religión a la que pertenecíamos. Edith Stein era una fenomenó- loga nata. Su espíritu sobrio, claro, objetivo, su penetrante mirada y su absoluta objetividad la predestinaban a ello»44. La corresponden- 43 Ib., 200 44 Cit. enW. H erbstrith , El verdadero rostro, 49.