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20 JUAN JOSÉ GONZÁLEZ ESTÉVEZ de Pascua: era un gran día de fiesta pero, sin embargo, tenía algo de doloroso, porque no participaban con devoción en ella más que la madre y los pequeños. La misma Edith comienza a distanciarse, primero interiormente y luego en la práctica de la fe materna. Aunque hasta los catorce años acompaña a su madre a la sinagoga los sábados, interiormente ha ido enfriándose su fe judía: «A partir de los trece años lo he observado siempre y ninguno de nosotros se dispensaba del ayuno, aunque no todos compartíamos la fe de nuestra madre, y a pesar de que fuera de casa no practicásemos las prescripciones rituales«15. La conciencia y manifestación de la pérdida de la fe da paso a una nueva etapa en su vida. 2.3.2. Segunda etapa Esta es la etapa que la misma Edith llama del ateísmo, el momento en que como nos dice: «tuve conciencia completa de la oración y la abandoné por una decisión libre»1<s. Es una etapa en la que, perdida su fe infantil, comenzó a dárselas —en palabras de Edith— de «persona independiente a toda tutela de mi madre y her­ manos» 17. Los primeros años de este período están marcados por el aban­ dono, no sólo de la fe sino también de los estudios; sin duda influyó el estado anímico, apatía religiosa y su delicada constitución física. Su hermana Erna nos lo cuenta: «Edith obtuvo durante todo el período escolar unos brillantes resultados, y todos suponíamos como algo evi­ dente que después de acabar la escuela haría los cursos del Gimnasio en la Escuela Victoria para poder ir a la Universidad. Sin embargo, nos sorprendió con su decisión de dejar la escuela. Como siempre había sido pequeña y delicadita, mi madre se mostró de acuerdo»18. Por esta época marcha a Hamburgo a casa de su hermana mayor, Elsa. Ayudará a su hermana en la educación de sus tres 15 E. S tein , Estrellas, 60. 16 Ib., 112. 17 Ib., 104. 18 Cit. en W. H erbstrith , El verdadero rostro, 33.

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